Conocedor como pocos de la frontera y sus dinámicas, Víctor Bautista Olarte fue durante los últimos años uno de los encargados de hacerle frente a un fenómeno sin precedentes en esta región del país, como lo fue la ola migratoria venezolana que estalló en 2015, tras el cierre de los puentes internacionales que comunican a Colombia y Venezuela, así como el posterior alistamiento para la reapertura de los pasos limítrofes.
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Con una experiencia de más de 26 años, Bautista fue designado en 2020 por el gobernador de Norte de Santander, Silvano Serrano, para asumir la Secretaría de Fronteras, Asuntos migratorios y Cooperación Internacional, desde donde desempeñó un rol protagónico que lo llevó a ser el delegado nacional y regional en los diálogos y las mesas de trabajo que se desarrollaron con las autoridades venezolanas en el Estado Táchira, para el relanzamiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países.
Se encargó de diseñar la propuesta de política regional migratoria y de seguimiento a la Ley Integral Migratoria, coordinó el sistema de cooperación internacional en la región y fue el interlocutor con la Agencia Presidencial de Cooperación y la Dirección de Cooperación de la Cancillería.
Antes de regresar al departamento en calidad de secretario de Fronteras, Víctor Bautista tuvo a su cargo la Dirección de Desarrollo e Integración Fronteriza, de la Cancillería, en donde también jugó un papel fundamental en la atención del proceso migratorio, siendo delegado por el Gobierno Nacional para la gestión de la crisis migratoria de Venezuela y coordinador de las políticas de cooperación internacional en Colombia para la atención de este mismo fenómeno, entre otras tareas.
Hoy, tres años después de liderar un completo proceso que, en su criterio, le permitió a Colombia convertirse en un modelo a replicar en materia de atención migratoria, Bautista se despide de su cargo para asumir nuevos retos profesionales y apoyar al Gobierno en unas nuevas funciones del nivel nacional.
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En diálogo con La Opinión, el saliente funcionario hizo un balance sobre lo que significó, en lo personal y laboral, esta experiencia, las lecciones aprendidas en el departamento y los retos que quedan por delante ahora que el país comienza a encaminarse a una normalización de las relaciones colombo-venezolanas.
¿Qué es lo más significativo que le deja la experiencia de haber atendido una crisis migratoria de la dimensión de la venezolana?
Que acá no hubo tiempo para prepararse. Tuvimos la oportunidad de ver la crisis en Turquía, Alemania y la primera discusión era si hacíamos o no campamentos. Ahí nos dimos cuenta de que esta era una sociedad más solidaria, un poco más resiliente y que los campamentos al estilo Medio Oriente aquí iban a ser muy difíciles. El desafío entonces era, ¿cómo hacer una crisis migratoria a la latinoamericana o a la colombiana? y arrancó de la forma que ya todos conocen: con atención humanitaria, para saber quiénes eran, primero que todo. Ocho años después, este fenómeno ha representado para Colombia casi tres millones de migrantes venezolanos.
¿Es el de Colombia un modelo para replicar en materia de atención migratoria?
Sí, pero además es un modelo propio, con un aspecto adicional y es que a la frontera le tocó la carga más pesada. Lo que hizo Norte de Santander, La Guajira, Arauca y hasta Vichada y Guainía, en medio de las dificultades, es valioso, porque nunca se levantaron a decir que no.
¿Y se ha reconocido en algún momento ese logro?
Creo que al mundo le ha faltado decirle a Colombia que lo ha hecho muy bien y necesita más apoyo. La verdad es que Colombia sí necesita más respaldo en un tema que es internacional y que no es exclusivo de nuestro país. Pero en el mismo país se le debe reconocer a la frontera lo que le tocó afrontar en medio de sus propias dificultades, porque este es un país de brechas y la frontera está rezagada con respecto al centro hace mucho tiempo.
¿En algún momento se sintieron solos asumiendo semejante fenómeno, con todo y sus implicaciones?
No lo diría así. Diría que esto se llenó de reuniones de Gobierno; en Norte de Santander y Cúcuta no se pueden quejar de que el Gobierno no estuvo acá. Ahora, lo distinto es cuáles son los resultados. Ganamos la atención del Gobierno, sí; rompimos récord de visitas, hubo muchas fotos en los puentes, pero la pregunta es si esa atención se tradujo en una infraestructura educativa adecuada, en unos hospitales más grandes, nuevos, en fin. Y si uno se hace esa pregunta, pues la respuesta es no.
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Pero recursos hubo...
Recursos sí hubo. De hecho, el departamento que más ayuda recibió en todo el país fue Norte de Santander, pero ayuda guiada por la cooperación internacional.
¿Quiere decir, entonces, que toda esa algarabía que hubo no se tradujo en unos beneficios concretos para la región?
Sí, pero no lo suficiente. Lo sostenible sería que con todos esos miles de millones de dólares que llegaron aquí tendrían que existir colegios nuevos, centros productivos nuevos, fábricas, centros de atención humanitaria aptos para eso. Las agencias que vinieron aquí han hecho una labor importante, porque han educado a esta sociedad para la atención, pero todo muy humanitario, muy de emergencia, de orientación para la protección, que también está bien; pero si uno mira los esfuerzos en muchos otros lugares, aquí no ha quedado nada de infraestructura sólida, así como tampoco una política de salud, ni educativa fortalecida por el tema migratorio.
¿Cree que faltó exigir u orientar un poco más esos recursos?
Eso no fue fácil, porque aquí existe la visión de que la cooperación internacional es de un manejo diplomático de alto nivel y se piensa que la diplomacia de alto nivel no le corresponde a la región, pero sí le corresponde. Entonces, una región tiene que poner condiciones, porque es la región la que puso su gente, su infraestructura, su disposición, todo para acoger a millones de personas. Esta fue la entrada principal de la crisis migratoria más voluminosa del mundo y no se dimensionó así.
¿Y por qué faltó esa postura como región?
Por varias cosas: no hay una visión unificada, la cohesión regional no es tan fuerte, entonces, teníamos una diversidad de voces en las reuniones, todas muy distintas, y cada una con algo particular sin nada estratégico. También hay una visión un poco enfocada en que el centro es el que decide y no puede ser de otra forma. Adicionalmente, en el tema migratorio fue posible evidenciar que no teníamos tantos líderes para hablar del tema. Aquí debería ser un poco autocrítico, porque yo estaba en el Gobierno Central y venía como cucuteño, pero no podía usurpar y decir lo que la región quiere es esto, cuando yo venía del Gobierno. En realidad hubo vacíos grandes, pues mientras la crisis iba a 200 kilómetros por hora, nosotros en la institucionalidad y la sociedad íbamos a 40.
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Y volviendo al tema de los recursos, ¿usted cree que de no haber contado con el apoyo de la cooperación internacional, se hubiera logrado lo que se logró?
No hubiéramos podido sobrevivir ni siquiera a lo humanitario, porque recordemos que en los momentos difíciles del 2017 teníamos entre 3.500 y 4.000 personas durmiendo en las calles de Cúcuta. Entonces, si no hubiéramos tenido cooperación, no pasamos ni siquiera la fase humanitaria; eso sí hay que reconocerlo. Es decir, la cooperación aquí ha sido fundamental, pero la visión en cuanto a lo que la crisis migratoria tuvo que haber fortalecido a Norte de Santander, no es ni siquiera de la cooperación. La responsabilidad de esa visión tiene que ser del Gobierno Nacional y de nuestro gobierno regional y local.
¿Qué lecciones aprendidas le deja a Norte de Santander este fenómeno que se dio tras el cierre de la frontera, en 2015?
En Norte de Santander hay más de 56 oenegés, fundaciones, instituciones del Gobierno y demás que tienen personal de todas partes, pero principalmente de acá. Creo que todos los que han trabajado con temas migratorios son expertos en lo migratorio, saben cómo trabajar una crisis migratoria, saben qué es trata de persona, qué es un refugiado. Creo que en ese sentido hay una experiencia muy grande. Entonces, si hay cuatro regiones en el mundo como Cúcuta y Norte de Santander son muchas; esta no es una lección que tiene cualquier país en el mundo. Tal vez por estar en el día a día no lo hemos terminado de dimensionar bien, pero el aprendizaje es inmenso.
¿Cuál fue el momento más difícil que tuvo que asumir en todo este proceso que desencadenó la crisis migratoria?
Tal vez querer abrir la frontera cuando el Gobierno Central no la quería abrir. Tal vez la etapa de 2021, cuando logramos el apoyo de la canciller de la época (Marta Lucía Ramírez), para tener una visión de apertura, a pesar de las tensiones. Saber que a la frontera le convenía abrirse, convenciendo a mucha gente de que el camino correcto es la legalidad, pero tuvimos en ese momento una menor respuesta del Gobierno Nacional. Ese momento fue muy difícil. Ahí resalto el apoyo del gobernador, para sostener un impulso que era necesario.
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¿Cree que haber retrasado la reapertura de los puentes tanto tiempo trajo consecuencias para esta zona que se pudieron haber evitado?
Obvio. En las últimas semanas que hemos tenido tantos hechos de inseguridad en Cúcuta, lo que podemos ver es todo ese campo que ganaron los grupos ilegales, aprovechando esta situación geoestratégica de la frontera. Si hubiéramos empezado hace dos años con un elemento de legalización de la economía, no estaríamos tan mal como se está en este momento. Entonces, sí creo que hemos perdido tiempo.
¿No resulta un poco contradictorio que un presidente que ganó en esta zona de frontera, de la forma en que lo hizo, como Iván Duque, la haya dejado como la dejó?
Sí, con toda claridad. También hice parte de ese gobierno, pero también uno tiene que pensar qué tanto nuestra frontera le reclamó a esa Presidencia hacer un cambio de giro con la suficiente vehemencia. Esta apertura se pudo haber dado el 3 de octubre del 2021, cuando firmamos un acuerdo con Bernal. Justamente ese día sale un trino apoyando la apertura de la frontera y, curiosamente, a los dos días hay un cambio de posición, que no entendimos.
Ahora que lograron retomarse las relaciones entre Colombia y Venezuela, muchos se preguntan si habrá una disculpa por parte del gobierno del vecino país ante la crisis que se desató en 2015 y todo lo que eso generó en materia de derechos humanos, ¿es posible que llegue en algún momento?
Siendo discreto con la participación que he tenido en reuniones con los venezolanos y no haciendo alusión directa a qué momento y qué reunión, sí he escuchado en momentos importantes que esa reflexión ya apareció. Y creo que sí debe haber de los dos gobiernos o los dos estados (Táchira y Norte de Santander), por lo menos una maduración en aceptar que cerrar la frontera y darle la espalda a una integración que siempre ha estado en marcha, es un error político importante. Hemos encontrado buenas señales del Gobierno venezolano y buenas actitudes que nadie puede demeritar. Entonces, creo que sí la hay.
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¿Por qué considera que Colombia también le dio la espalda a la integración?
Creo que lo del cierre de frontera fue de lado y lado, y es un error grande pretender decir algo totalitariamente. Creo que en este asunto los dos estados tienen un estado de madurez frente al tema y la lección de los siete años de cierre nos puede servir para que cualquier presidente, a futuro, se lo piense 20 veces antes de cerrar la frontera.
Existe la sensación de que con la llegada de Gustavo Petro a la Presidencia el protagonismo y ese diálogo que existió regionalmente entre Norte de Santander y Táchira se ha empezado a perder un poco y la conversación está volviendo a ser muy en la línea entre Bogotá y Caracas, ¿es así?
Es una percepción válida, pero no tan real. En mi caso, el ministro Germán Umaña nos llevó a la reunión con la vicepresidenta Delcy Rodríguez y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en calidad de Gobernación. Invitó al gobernador, que no pudo asistir por un trámite de permisos, y terminé participando como secretario de Fronteras. Considero también que puede haber una cuestión mal percibida y es que en Bogotá crean que hemos perdido interés en el tema de la participación. Entonces, el asunto es de lado y lado, pero claramente no debe ser así, pues hay un mensaje muy importante de los presidentes Petro y Maduro, cuando en su más reciente visita a la frontera invitaron a los gobernadores y alcaldes a crear una comisión para que diseñen lo que sería una Zona Económica Especial. Tenemos que tomar esa invitación como un reto.
¿Ve posible que se materialice esa propuesta, en el mediano y largo plazo?
Si Venezuela da el paso correcto de entrar a la Comunidad Andina de Naciones (CAN), creo que el segundo esfuerzo de una Zona de Integración Fronteriza, derivada de la normatividad de la CAN, sería lo más importante que pudiéramos hacer. Pero ojalá este año no se pase y tengamos un grupo de trabajo técnico avanzando en un diseño con los tachirenses, en donde participen los gremios y todos, para que esto redunde en beneficio económico y social para la región.
¿Qué tan fácil fue trabajar con el gobierno de Venezuela en todo este proceso para la reapertura?
Creo que ha habido gente antiapertura de frontera de ambos lados, y ahí hay peligro de que esas tendencias se impongan, pero uno tiene que reconocer en Freddy Bernal una ficha que jugó muy a favor de la apertura y que ha sido fundamental en esto. Actualmente, el papel de la vicepresidenta Delcy Rodríguez también es muy empoderado para ayudar a la frontera. Entonces, sí hay voces que son muy positivas desde el lado venezolano, pero entendemos que también habría otras que no y también entendemos que la ilegalidad que hay en la frontera y que es la misma para los dos lados, se juega un papel más contundente del que todos nos imaginamos. No podemos ser ingenuos frente a la criminalidad que tenemos y frente a los intereses económicos que se juegan todos los días.
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En el momento actual de las relaciones, ¿cuál es el mayor reto?
Tener una normatividad transfronteriza, particularmente en el tema de transporte.
¿Falta mucho para que la frontera pueda estar abierta las 24 horas?
No. Creo que dentro de las sugerencias que dejé en la Secretaría, es que el Gobierno examine la posibilidad de dejar 24 horas abierta la frontera, porque no tiene sentido que la gente llegue a un aeropuerto, a un puente y le digan que la frontera ya se cerró, o que esté en un restaurante y tenga que salir corriendo porque le van a cerrar el puente. Con Migración Colombia, el Ministerio de Industria y todos debemos hablar para saber por qué las 8:00 de la noche es la hora más conveniente. Tal vez venía así desde hace siete años, pero si el contexto cambió, el horario tiene que cambiar.
Los aprendizajes
En lo personal, ¿cuál es la experiencia más significativa que le deja el trabajo hecho durante todos estos años en materia migratoria en esta región?
Creo que la crisis migratoria venezolana es la que más gente joven y niños en el mundo tiene y cuando uno hace trabajo con este tipo de población, se está mucho más motivado. Por diversas circunstancias, ver niños desvalidos o mujeres con niños provoca un reto social importante. Entonces, creo que haber atendido esta crisis migratoria y todas las implicaciones que tienen todas estas personas que pasaron por acá, dan una satisfacción interna emocional.
¿Y hubo algún momento que lo llevó a pensar que era mejor desistir de lo que se estaba haciendo?
Cuando le metían política al tema. O cuando lo volvían un asunto de confrontación binacional. Creo que mezclar la política internacional con el sufrimiento de una población migrante no es tan bueno.
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¿Con qué sensación se va?
Triste un poco por la región, porque además estoy muy motivado y contento de haber vuelto a la región, pero también voy a otro lugar a donde pienso que voy a ayudar. Voy a ayudar al Gobierno en varias cosas y creo que Norte de Santander tiene su línea de evolución y considero que esta es una región tan motivante y tan activa que uno tiene que encontrar más optimistas y aquí hay muchos.
Caracterización de la población migrante
Después de todos estos años haciéndole frente a la crisis migratoria, ¿cuál es su percepción sobre el proceso de integración y qué retos cree que quedan por resolver?
La integración de los venezolanos, digamos que tiene tres estaciones: los que llegaron ya hace mucho tiempo y uno los ve bien establecidos, con sus negocios. Muchos dicen que después del quinto año ya es una migración definitiva y hay algunos que están desde hace 6, 7 y hasta 8 años, por lo tanto, ya se ven como ciudadanos de Norte de Santander. Hay otros que están mirando todavía hacia adentro de Venezuela y saliendo hacia otras partes. Entonces, si me dijeran en qué grado va la integración, diría que puede ir en un 30% con los más antiguos. Ahora, hay incertidumbre sobre lo que pasa después del Estatuto (Temporal de Protección) y cómo se aplica. Veo con preocupación, por ejemplo, que aquí la bancarización de los migrantes no ha avanzado mucho. Continuando, hay otros venezolanos que están en el riesgo de ser absorbidos por la ilegalidad, me refiero a los cultivos de coca, a los grupos ilegales. Esa es una integración negativa que uno no puede desconocer.
¿Y cuál es el desafío ahí?
Creo que lo que tiene que hacer el Estado es absorber más esa migración positiva y mirar qué hacer para que el factor migratorio no sea un potenciador de conflicto en áreas como el Catatumbo, como La Parada o en otras donde hay criminalidad. Pienso que hay unos riesgos muy claros, pero siento que la integración tiene un componente importante que tiene una base. Tal vez ahí sí es preciso que Norte de Santander discuta con el Gobierno y la cooperación, para saber hacia dónde dirige todos los esfuerzos financieros y el modelo.
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¿Para la definición de ese modelo y establecer una mejor ruta no sería necesario tener esa caracterización de la que tanto se ha hablado por cuenta del Estatuto de Protección, pero que no ha sido posible conocer?
Eso es fundamental, porque si uno conoce qué población tiene, qué edad y estudios tiene, pues puede diseñar una cosa mejor orientada. Con Migración Colombia estamos hablando mucho sobre un observatorio de la migración y este escenario será muy exitoso si la caracterización es el punto de inicio, porque ahí podremos trazar mejores políticas en lo local, lo regional y lo nacional. Pero, sí creo que el tema de las cifras es una gran problemática, porque tenemos muchas cifras distintas de muchas entidades.
¿Hay quienes dicen que desde el Gobierno hay mucho recelo con la información de esa caracterización?
Sí hay la necesidad de que en cada región contemos con la información de la población y sí tiene que haber una solicitud más formal y más contundente de los alcaldes y el gobernador, para que la información de los 300.000 migrantes que están acá nos dé los insumos para poder hacer una buena política. Digamos que el primer recolector de información es el Gobierno Nacional y sí creo que para diseñar una buena política migratoria tenemos que partir de la base de esa información. La mejor caracterización es la que se ha hecho con el Estatuto, pero nos faltan datos para diseñar política.
¿Cuál cree que podría ser uno de los principales aportes de esta caracterización al escenario actual de la región?
Diría que hay que hacerse a la posibilidad de que uno tenga la discreción de a quién aceptar y a quién no. En todos los países del mundo, frente al tema migratorio, se tiene la discrecionalidad de que el Estado pueda decir que algunos perfiles, con unas dificultades de seguridad o antecedentes, no pasan y esto es algo que no se ha discutido mucho. Creo que se ha romantizado mucho el tema migratorio y en temas de seguridad no nos podemos equivocar.
El Gobierno Nacional eliminó el año pasado la Gerencia de Fronteras, ¿considera que era necesaria o no esta dependencia?
En dónde se lleve, no le veo dificultad. Lo que sí es importante es que la entidad que lo haga tenga el suficiente liderazgo y la articulación necesaria para trabajar en tantos departamentos y con tantas entidades el tema migratorio, pues es algo que es tan intersectorial como tan interregional, que sí requiere una atención muy importante del Gobierno Nacional. Lo que esperamos es que el Plan Nacional de Desarrollo sea capaz, con esa entidad que haya puesto, de liderar ese tema.
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