La vida de Fabio Afanador Latorre, nacido en Mutiscua, ha transcurrido entre los estudios, el servicio social y la labor que desempeña en varias facetas.
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Es una labor abnegada que surgió al darse cuenta de que una persona debe tener proyección y el de estar en constante dinámica para ayudar a quienes requieren satisfacer algunas de sus necesidades prioritarias.
Desde pequeño, por el trabajo que desempeñaba su papá, Edmundo Afanador Bautista recorrió varias partes del país y se estableció en el Valle del Cauca por un tiempo en donde logró estudiar agropecuaria, profesión que nunca ha desempeñado a cabalidad.
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Pocos años después, en la década de 1980, vivió en Pamplona en donde se desempeñó como director de la Fundación John Fitzgerald Kennedy, que ayuda a los niños en condición de calle.
Allí en compañía de expertos procedentes de Estados Unidos y Europa tenían la misión de capacitar a quienes estaban en esas condiciones. El propósito del organismo internacional era prepararlos para que aprendieran algún arte que les permitiera salir adelante.
En Bucaramanga también laboró en la Fundación Hogares Claret, que se encarga de la rehabilitación para jóvenes infractores de la ley penal.
En ese centro enseñó carpintería, electricidad y soldadura, oficios que perfeccionó en el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena).
El tallar la madera con el torno lo fue aprendiendo desde niño en el seno de su hogar. En su estadía en el Valle del Cauca fue profesor de talleres en un instituto agrícola, en donde le ayudó a conocer más el torno y mejorar la técnica de elaboración de objetos de madera.
Promediando el año 1987, regresó a la casa para acompañar a la familia paterna y sin descuidar los conocimientos, ejerció como director del Hogar Juvenil Campesino, que era regentado en ese entonces por el sacerdote Indalecio Camacho.
“Durante todos estos años he enseñado lo aprendido. También me dediqué a estudiar y a mejorar en todos estos oficios para poder estar siempre ocupado”, dijo.
Sobre la electricidad, manifestó que la aprendió en el Sena de Pamplona y la soldadura en Bogotá.
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