A Pastora Basto Cruz se le aguan los ojos cuando recuerda cómo en la década de los años 80 una presentación de toreros de baja talla le cambió la vida. Sostiene que ver otras personas de estatura pequeña la inspiró a querer ser como ellos y convertirse en una torera, enseñanzas que le transmitió a su hijo, Fabián, quien hoy capotea en plazas y corralejas del país.
Pastora, con 54 años, cuenta que es la décima de 14 hermanos, siendo ella la única con acondroplasia (enanismo), condición que, asegura, heredó tras un mal procedimiento médico practicado a su padre, pues una inyección con una dosis extra para tratar la vena várice sería la causante que vea el mundo desde unos centímetros más abajo.
La estatura no ha sido impedimento para Pastora, pues tras ese primer contacto con Superlandia Internacional, una compañía de entretenimiento cómico taurino que actualmente manejan Noel Valencia y James Valencia, no ha parado de ‘crecer’ en esta carrera.
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“Yo los veía y le decía a mi mamá que quería ir con ellos a conocer más enanitos. Ellos vinieron a mi casa y me preguntaron si quería salir del pueblo. Al año siguiente me llamaron porque Superlandia tenía dos corridas, una en Cali y otra en Sincelejo. Yo toreé con muleta, con un enanito llamado Laureano”, recuerda Pastora.
Aunque Superlandia ha sido la plataforma que le permitió conocer países como España, Francia, Portugal, Perú, Venezuela y Ecuador, sus primeros contactos con la arena y los toros los hizo con un enanito llamado ‘Puntillita’, quien junto a otros tres enanitos ofrecían un espectáculo cómico taurino en las plazas de Bochalema Toledo, Labateca, Ragonvalia, entre otras.
“El show consiste en jugar con el animal, no se colocan banderillas, se hacen lúdicas de boxeo, musicales, los indios, muchos trucos, en un bar, partido de fútbol y la piscina. En ocasiones nos echan animales toreados porque es más barato el alquiler y se nos hace más difícil. Pero si no es un toro ya con recorrido le salimos al corte y es más fácil”, sostiene.
La llegada de Fabián
Cerca de una década de estar en el mundo de los toros, a Pastora llegó su corrida más importante, la de ser mamá, trayendo al mundo a Fabián, quien creció en el mundo de los toros y hoy le sigue los pasos a su mamá.
“Desde los cuatro años me lo llevé a los toros. A él lo sacaban en hombros, él fue aprendiendo y le perdió mucho el miedo al ruedo, porque esos temores se tienen que dominar y él con esos consejos fue saliendo a adelante”, sostiene.
Tras una larga jornada de trabajo, Fabián atendió el llamado que le hizo La Opinión, la falta de oportunidades y una gira de toreros con baja talla por la Costa Caribe hoy lo tienen en Sincelejo, en donde se prepara para salir al ruedo hasta el 27 de diciembre, cuando la gira lo traiga de vuelta a Chinácota, su municipio natal.
“Uno siente miedo en el primer animal, pero ya después se saca la valentía, es de gran admiración que una persona de talla pequeña lo pueda hacer, no hay diferencia entre una persona talla pequeña y una talla grande”, dice Fabián.
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El hijo de Pastora tiene casi intacto el recuerdo de la primera plaza de toros a la que su mamá lo llevó, fue en Cartagena, en donde por primera vez vio personas de pequeña talla que se le medían a metérsele al toro.
“El primer impulso para hacer parte de este mundo vino desde mi mamá, porque yo decía ‘si mi mamá puede, yo puedo’. Yo recuerdo que me vestían de mini Superman, era parte de uno de los espectáculos”, enfatizó.
Para Fabián, esos primeros recuerdos fueron momentos de alegría porque siente que siempre ha hecho parte del mundo cómico taurino.
“Ha sido una gran experiencia la que estoy viviendo ahora, una profesión que me ha permitido recorrer casi toda Colombia y algunas partes de Ecuador y Venezuela. Torear es como cuando a un peladito le compran una chupeta, le causa felicidad, no hay miedo, solo es dar todo para sacar una sonrisa y unos aplausos del público que es lo que se lleva uno de cada presentación”, acotó.
Los tienen pidiendo el indulto
Aunque nunca maltratan los toros, la pandemia y los movimientos antitaurinos los tienen pidiendo el indulto de una estocada que tras la pandemia se ha hecho más profunda y que los tiene sin poder trabajar.
“Nosotros no le colocamos banderillas a los toros o novillos, antes ellos nos pegan a nosotros pero solo nos reímos, no tenemos otro arte, no nos dan trabajo en otra cosa por nuestras condiciones físicas, tenemos que pasar necesidades porque no sabemos de qué vivir”, expresó Pastora.
Entre tanto, Fabián, sostiene que conseguir trabajo se ha convertido algo muy difícil, por lo que sus presentaciones ahora en la Costa las alterna con un trabajo que le dio una amiga de la familia en una chatarrería, en donde se encarga de la clasificación de lo reciclado.
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“A veces somos señalados, no nos aceptan en los trabajos y nos toca escoger un trabajo en el que casi se arriesga la vida porque los toros lo zambullen hasta perder el conocimiento, pero uno vuelve e medírsele al toro, eso es de admirar”, puntualizó Fabián.
En una presentación normal hoy en día, Fabián y Pastora se pueden ganar entre $200.000 y $300.000, aunque cuando se trata de giras el recaudo crece de una manera en la que ellos se sienten como los más ‘grandes’ de un mundo taurino que resiste a quedarse en la historia.
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