En junio de 2022 la señora Francia Márquez le dijo a un periodista que si ella llegaba a la Vicepresidencia, Colombia iba a vivir sabroso. De inmediato en las redes sociales estalló la mamadera de gallo. Después, ya siendo efectivamente vicepresidenta, y ubicada en una lujosa mansión y provista de un helicóptero para sus desplazamientos, nuevamente gozaron sabroso miles de comentaristas en las mismas redes. Resaltaban que cómo no iba a vivir ella sabroso ahora después de ser una humilde cocinera, sin vivienda digna y en extrema pobreza. Mas la vice aclaró en otras oportunidades que vivir sabroso era una filosofía, era vivir con dignidad, sin que a ella la discriminaran por ser negra y provenir de abajo.
Con todo, la sonada frase de vivir sabroso puso de moda el eterno interrogante de por qué los cabecillas de la izquierda o del comunismo, sus familias y amigos, logran acomodarse con todo el confort del capitalismo y ostentar como jeques árabes. Ejemplo, las hijas de Hugo Chávez, que viven en Estados Unidos y Europa y disfrutan de fortunas de millones de dólares. O los mismos Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y todo su combo, a los que nada les falta en sus despensas y disponen de privilegios que no tienen sus desvalidos seguidores revolucionarios de las barriadas.
Yo soy de los que no ha podido entender esa contradicción de los dirigentes izquierdistas de odiar el capitalismo y el imperio y querer ir a los Estados Unidos, disfrutar de Disneylandia, enviar a su hijos a estudiar a las mejores universidades privadas de allí y de Europa, y aprovechar de todos los placeres de los detestados burgueses y explotadores. Pero, para ellos, no para los que no están “enchufados” – como les llaman en Venezuela a los lambones del régimen – ni para los de abajo.
Sin embargo, mi encrucijada me la despejó una magnífica y emotiva entrevista -que recomiendo con énfasis – que en un canal de YouTube le hicieron a Amparo Medina. Advierto que, como católico, soy adicto a leer libros y ver series, conferencias y entrevistas con personas o que se convierten al catolicismo o retornan al mismo. Amparo Medina es un extraordinario caso de conversión. ¿Quién es ella o qué era? Digamos, primero, que es ecuatoriana. A los dieciséis años empezó su lucha revolucionaria. Inoculada de odio y resentimiento fue escalando hasta llegar a ser una líder feminista, promotora del aborto, de la ideología de género, del homosexualismo, el transexualismo, del ecologismo, del cultivo, comercialización, tráfico y consumo de estupefacientes, feroz enemiga de los ricos, las empresas y el capital, y atea, comunista y guerrillera. Cuando llegó a la cúpula en la guerrilla saboreó las mieles del poder, del dinero y del vivir sabroso, gracias a jugosos sueldos en dólares proporcionados por ONGs, la ONU, la
OEA, el Banco Mundial, el FMI, Unicef, etc.
En cuanto a dignidad denuncia cómo se la hacen perder a los pobres al dotarlos de todo, sin que desarrollen ningún esfuerzo ni labor.
Ahora sí comprendí la contradicción.