No solo sucede en nuestro país, sino que es un tema recurrente en distintos países del mundo en donde su sistema democrático se caracteriza por el voto voluntario.
Así lo reseñó una investigación desarrollada por miembros del Grupo de Análisis Político, de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda, demostrando que, en los países democráticos con voto obligatorio la participación alcanza el 70 u 80% de sus electores, mientras en los países con voto libre la abstención supera el 50%. En el caso colombiano superamos con creces el 50% y nos acercamos peligrosamente al 60% de indiferencia o abstención.
La democracia, de acuerdo con una de las definiciones, supone el gobierno de la mayoría, pero con una participación tan baja, terminan las minorías en el poder, lo cual representa un peligro para cualquier democracia real.
En Colombia, su Constitución tiene establecido en su artículo 258 el voto como un derecho y un deber ciudadano. Ese mandato está convertido en letra muerta por la indiferencia de los sufragantes, que, ante esta obligación, de salir a votar, por lo menos moralmente, no lo hacen.
Esto viene debilitando la democracia representativa, que ahora el gobierno y los grupos opositores, quieren reemplazar por las marchas y las protestas de la opinión pública.
Y nuestros honorables congresistas, con razón, no le jalan a implantar el voto obligatorio que los dejaría por fuera del concierto nacional, por cuanto con la clientela que manejan tradicionalmente, no les alcanzaría para perpetuarse en las curules que tanto aprecian.
Con la subienda de precandidatos a la alcaldía de Cúcuta, cercanos a los 20, que, entre otras cosas, la mayoría, no han despertado ni una chispa de interés en el colectivo general, y que al final de la contienda, presumo que llegarán 12 candidatos, vamos a tener un alcalde con un respaldo minoritario de un escaso 20% ,124 mil de 620 mil del potencial electoral de la ciudad. Eso se llama, gobierno de las minorías o del clientelismo.
Le pido a los cucuteños, que ejerzan su derecho al voto. De los 20 y tantos precandidatos y 12 candidatos, habrá varios con las condiciones necesarias para ser el alcalde. Moralmente los ciudadanos están en el deber de participar y no ser indiferentes ante la suerte de la ciudad. Para criticar después con autoridad, es necesario acudir a las urnas.
Y si se equivocó en las pasadas elecciones con el actual alcalde, no se culpe, votó en su momento a conciencia, siga haciéndolo, a conciencia, somos humanos y tenemos el sagrado derecho a equivocarnos.