En 2022 el Centro Nacional de Consultoría reveló que 43 de cada 100 colombianos les faltaba siempre o casi siempre dinero al final del mes. Ese es uno de los preocupantes hallazgos de la Encuesta de Demanda de Inclusión Financiera. Allí se expuso la realidad de un grupo silencioso que suele pensar todo el tiempo en los gastos, participa con ilusión en juegos de azar, estaría atrasado en algún pago o, peor aún, cruza los dedos para no ser invitado a un matrimonio o una celebración especial. El alquiler o la compra del vestuario, el regalo y el mismo transporte traerían dolores de cabeza.
Y es que, pese a los avances económicos del país, visibles con el mero acceso a servicios que eran inimaginables hace unas décadas (como el gas natural residencial, el agua potable, los viajes o la vacunación masiva), enfrentamos presiones de estatus que exacerban la infelicidad financiera. De hecho, es probable que algunos de los que leen esta columna hayan vivido o conozcan historias de personas a las que el salario se les va pagando obligaciones crediticias. Todo por el afán de tener o mostrar más.
Esa historia repetida, que se ve hasta en las mejores familias, ha sido retratada recientemente por Aldemar Moreno, editor general de Forbes, en el recomendado libro: “Sobrevivir en la clase media. Lecciones de una quiebra personal que le podría pasar a usted”. El texto, del género de autobiografía financiera y en el que se cuestionan prácticas de algunos intermediarios financieros, es el doloroso espejo de quienes disfrutan adquiriendo el televisor o el vehículo a 24 o 36 cuotas.
Moreno, además, resume todas esas disyuntivas que enfrenta el colombiano de a pie. La decisión de abandonar la casa de los padres, las alternativas educativas o pensionales, el matrimonio, las vacaciones, los hijos, las mascotas y las fuentes de ingreso adicionales, son solo apartes de nuestras propias vidas.
¿Qué hacer entonces ante esos escenarios? Entre otras recomendaciones, el autor sugiere poner en el centro el ahorro y no las tarjetas de crédito, planificar financieramente, invertir en educación y explotar al máximo la vocación individual. Le agregaría preocuparnos por adquirir esquemas de aseguramiento y olvidarnos de vivir de ilusiones alimentadas ocasionalmente por tiktokers y youtubers.
Pero si bien es aconsejable la lectura de este libro en familia, como sociedad deberíamos implementar otras medidas para afrontar un problema evidente. Una de ellas es llevar a las pantallas de televisión y reiterar en redes sociales los elementos planteados en el libro.
Sin haber sido pioneros en este segmento, en México ya se hizo una aproximación en la novela “Mucho corazón”. Gracias a la asistencia del Banco Mundial se incorporaron a los libretos asuntos generales sobre el manejo de las finanzas. Algunas evaluaciones indicarían que dejó resultados positivos.
En el ecosistema de redes sociales colombiano existen contenidos interesantes en cuentas como las de Karem Suarez, Alexander Ríos (Inverxia), Andrés Moreno Jaramillo o “Economía para la Pipol”. Como siempre, elegir a quien seguir depende de la conexión individual con problemas o realidades específicas.
Finalmente, más allá de lo que pueda sugerirse en un libro o en cuentas de influenciadores digitales, de lo que se promueva en una política pública, o de la responsabilidad de agremiaciones e instituciones financieras, resultaría útil pensar bien las próximas decisiones de vida y el impacto sobre el bienestar futuro. Por eso, y citando a Aldemar Moreno, “debemos ser sensatos, ponderados y tener objetivos claros en el manejo de nuestras finanzas”.
(@freddykastro)