El país se enteró el pasado 22 de junio del hundimiento del proyecto de reforma laboral; inmediatamente el gobierno anunció que presentará nuevamente el proyecto al Congreso. Para realizar el análisis de la conveniencia económica o no del proyecto, es necesario dividir el mismo en dos partes. La primera es el articulado referido al mayor costo a cargo de las empresas y la segunda aquella que se refiere a temas como la estabilidad laboral, las relaciones colectivas, etc.
Esta columna se refiere a la primera parte, tratando de exponer los argumentos de diferentes escuelas de pensamiento acerca de los efectos de los mayores costos laborales sobre el crecimiento del empleo y de la actividad económica.
La escuela clásica y neoclásica, al considerar solamente el lado de la oferta y la producción, expresa que todo incremento del costo de producción traerá desempleo y menor crecimiento económico.
Ya en el siglo XX, presentada la enorme crisis económica mundial del período 1929 a 1935, aparece la teoría keynesiana que propone, como una de las soluciones, mirar el crecimiento no solamente desde la oferta, sino también desde la demanda. Keynes propone el incremento de los ingresos de los trabajadores como una de las soluciones, toda vez que ellos tienden, una vez recibido el salario, a gastar en consumo un altísimo porcentaje del mismo, es decir a aumentar la actividad económica incentivando la demanda. Es indudable, que buena parte la recuperación de la economía mundial se debió a la aplicación de esta recomendación keynesiana.
Luego aparece la teoría de la CEPAL; existe un libro de dos importantes economistas: El subdesarrollo latinoamericano y la economía del desarrollo, que narra lo que ocurrió en los países que a principios del siglo XIX eran llamados “vacíos”; eran de gran extensión y abundantes recursos naturales, pero de escasa oferta de mano de obra; esta situación conllevó a “importar” ese factor de producción escaso ofreciendo altos salarios, presentándose, como resultado, los procesos migratorios de Europa, fundamentalmente, hacia países como Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Argentina.
Esto conllevó al crecimiento de la producción u oferta, pero ante la adecuada distribución del ingreso, vía altos salarios, también se presentó alta demanda y los países “vacíos” presentaron, entonces, altas tasas de crecimiento de la economía. Al contrario en los países en donde existía una oferta muy alta de mano de obra y bajos salarios, como los andinos, el crecimiento fue escaso según los autores cepalinos.
En la segunda mitad del siglo XX aparece otra importante teoría sobre la necesidad de tener en cuenta la existencia de las expectativas en todo fenómeno económico, en este caso, de los empresarios en un mundo que se distingue por la rápida propagación de la información. Estas expectativas son un factor subjetivo determinante en las decisiones de los empresarios, sobre todo en aquellos que sufren más el aumento de los costos laborales y que por su tamaño no pueden trasladar estos al precio; es el caso, específicamente, de las llamadas MIPYME. Una percepción negativa por parte de los empresarios sobre los efectos del incremento de los salarios, traería consecuencias indeseables principalmente en el corto plazo.
A diferencia del proyecto de reforma pensional sobre la que no existió análisis alguno y en el que ni siquiera se dio a conocer el estudio que la sustenta, en el de la laboral se presentó un análisis y debate apresurado. Dada la enorme trascendencia sobre el empleo y el crecimiento económico, el articulado de la reforma laboral debe ser objeto de un análisis amplio y profundo que involucre a toda la academia. Sin prisa, pero sin pausa porque lo que está en juego es demasiado y la mayoría de los empresarios deben, al final, quedar convencidos de la necesidad y bondad de la reforma; es la importancia ya reconocida de las expectativas en el mundo económico.