La noche en Avellaneda prometía ser eléctrica. Racing Club, ansioso por alcanzar la gloria sudamericana, se enfrentaba a Corinthians en el partido de vuelta de la semifinal de la Copa Sudamericana. Había expectación, pero también tensión. Apenas cinco minutos después del silbatazo inicial, el ambiente se tornó sombrío. Corinthians abrió el marcador, un gol temprano que pesó en el ánimo de la Academia y enmudeció a los hinchas que llenaban el Cilindro. La desventaja temprana amenazaba con sembrar la incertidumbre; sin embargo, fue en ese momento cuando apareció el genio de Juan Fernando Quintero para cambiar la historia de la noche y de la serie.
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Desde el gol brasileño, el colombiano asumió la batuta del equipo. Quintero, el talentoso antioqueño con una zurda prodigiosa, comenzó a comandar el juego de Racing con su visión, técnica y serenidad. Cada toque de balón suyo transmitía confianza y, poco a poco, fue construyendo oportunidades, empujando a su equipo hacia el área rival y desbordando a la defensa del Corinthians.