El año pasado, en el área metropolitana de Cúcuta las riñas aparecen, después de los crímenes cometidos por sicarios, como la segunda modalidad que más homicidios provocó, hecho que resulta muy alarmante dentro del igualmente alto grado de intolerancia que se registra.
Las víctimas mortales por sicariato llegaron a 238, en riñas 27, en motivos por establecer 20 y en atracos 19, es el comparativo para tener presente lo que ocurre en la región.
Y lo peor es que las más recientes estadísticas policiales acaban de advertir que en lo corrido de este año la capital de Norte de Santander ya se han registrado 945 casos de riñas en los barrios.
Todo lo anterior, en medio de una ciudad que está en el puesto 43 de las más violentas del mundo, implica que la administración municipal prepare una política de cultura ciudadana.
Porque estamos frente a una situación de desaforado comportamiento violento entre los habitantes, que necesariamente deben de ir más lejos de aplicarles un comparendo, es decir, hay que ir por los caminos de la educación cívica, la psicología, el bienestar social y acciones de salud pública, que permitan la construcción de un nuevo ciudadano.
Lo anterior debe entenderse como la consolidación de un conjunto de conductas, de valores éticos y morales, de actitudes como la solidaridad, la cooperación y la corresponsabilidad, indispensables para la vida diaria.
Tiene que aprovecharse que en estos momentos se avanza en la estructuración del Plan de Desarrollo del Municipio, para que la cultura ciudadana entre a hacer parte integral de las acciones de gobierno y cuente con directrices perfectamente definidas, recursos presupuestales y un plan de acción concreto.
Lo anterior, porque si contrastamos esos datos de muertes violentas en hechos derivados de una creciente intolerancia, con opciones como la planteada por el alcalde de permitir el porte de armas, obviamente la lógica arrojaría que la última opción no sería la adecuada, viendo los comportamientos violentos para resolver cualquier situación.
Cúcuta y los municipios metropolitanos están en mora de trabajar en el campo de la cultura ciudadana, que bien podría hacerse desde una acción transversal en la educación, la salud, la cultura, el deporte y convivencia pacífica.
Hay que hacer los respectivos análisis y estudios que permitan identificar las particularidades que desencadenen en esos comportamientos, teniendo en cuenta, por ejemplo, que la irascibilidad oculta aspectos de salud mental.
Una misión en la que desde ya tienen que empezar a trabajar en educación y cultura es la elaboración de los contenidos de ese plan ciudadano para ser llevado a todas las comunas, colegios, escuelas y universidades.
La masificación es importante. Luego el concurso de los medios de comunicación y las redes sociales es fundamental para que como se hiciera una vez en Bogotá, aquí también se entienda que las buenas maneras, la no violencia, el respeto y acatamiento de las normas, permiten llegar a ser una sociedad tolerante, solidaria y sin ventajismos.
Desde el cambio de las maneras de actuar y comportarse, el ciudadano igualmente ofrece una opción valedera que permita convivir en armonía y volver un compromiso su voluntad de cumplir los compromisos con su ciudad y región.