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La vida de Omar Geles: A blanco y negro
Acordeonero, compositor y cantante. Omar Geles murió el 21 de mayo, dejando un legado en la música vallenata que hoy lo pone al mismo nivel de los juglares. Se movía entre lo tradicional y lo comercial y ahí estuvo su magia.
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Colprensa
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Sábado, 25 de Mayo de 2024

Omar Geles exageraba todo lo que cantaba, dramatizaba sus canciones. Se las lloraban todas. Hacía una mueca de sonrisa cuando se emocionaba. Aunque a su voz le faltaba potencia y brillo, eso a nadie le importaba.

Eso de la cantada fue ahora, fue reciente, porque Geles más que cantante era acordeonero, después se volvió compositor. Era un trashumante y saltimbanqui de los tiempos modernos. Que me perdonen los juglares antiguos como Lorenzo Morales y Emiliano Zuleta, pero en Omar Geles pudo configurarse un juglar moderno. Teoría que los más puristas vallenateros discutirán, pero que iremos descubriendo en este texto.

Volvamos a la cantada porque somos muchos los que pensamos que Omar Antonio comenzó a cantar porque no quería seguir siendo la sombra de ningún cantante, quería estar adelante y que lo aplaudieran. Lo suyo no era quedarse callado, cual fiel acordeonero, no, él necesitaba expresarse. Gritar que le dolía. Y así fue, cogió un micrófono y como pudo, comenzó a cantar sus canciones. Tenía más entusiasmo que talento. Pero daban ganas de escucharlo.


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Omar Geles era un parrandero empedernido. Era fácil verlo con una botella de whisky en la mano tarareando las canciones de otros o las suyas. Aplaudía los éxitos de sus colegas, les celebra sus lanzamientos, se los parrandeaba. Ya borracho comenzaba a llorar. Sus manos dramatizaban cada escena de un verso cualquiera y la mujer amada que se fue, en la voz de Omar Geles, dolía más. Casi siempre se vestía de negro o de blanco. Usaba accesorios exagerados. Ropa de marca con letreros que ocupaban toda la camiseta, o toda la chaqueta, o todo el pantalón. Ahora bien, podía irse al otro extremo y aparecer en un video parrandeando sin camisa, le daba igual, siempre estaba entre amigos.

El acordeonero

Dejemos la anécdota y vamos a la teoría sobre vallenato para dimensionar la obra de Geles. Empecemos por su lado rancio del vallenato, el lado que los más puristas le aplauden: fue un acordeonero de los grandes. Rey vallenato en 1989 y quedó de segundo en el Rey de Reyes de 1997. En otras palabras: de acordeonero fue fiel a las notas de la escuela de Luis Enrique Martínez y dominó con furia el merengue y la puya. En la tarima Francisco El Hombre de la Plaza Alfonso López, en el corazón de Valledupar, Omar se transformaba. Dejaba de ser hombre y se convertía en un dios. Irreconocible, inalcanzable, amo y señor de cada pito y de cada bajo. Parecía más un brujo haciendo música, que un humano tocando acordeón.

Muchos expertos vallenateros lo ubican en la escuela de Luis Enrique porque, como otros acordeoneros, seguían su toque y más en un festival. Debajo de la tarima el cuento era distinto y sus notas venían más de la escuela de Israel Romero y de Colacho Mendoza. Al final, creó su estilo, una nota auténtica, limpia, serena, sin adornos ni afanes. Una nota triste. Sí, claro, una nota comercial también.

Su rival más fiel en el acordeón, fue Gonzalo Arturo “El Cocha” Molina. Las grandes ligas del vallenato. En 1989, la final del Festival Vallenato fue entre Geles y Molina. En esa ocasión ganó Geles. Se volvieron a encontrar en la final del Rey de Reyes de 1997 —el concurso del Festival Vallenato en el que solo participan reyes— y ahí le ganó Molina. Y como si eso fuera poco, grabaron juntos la escena más memorable y sentida de la novela de Escalona, cuando de un lado estaba Geles representando a Simón Salas y del otro estaba el diablo representado por Molina. Me perdonará El Cocha, pero ese duelo no quedó en tablas.

Hágase un favor querido lector y vaya a la novela, busque el capítulo 33 y escuche la simpleza con que Simón arrolla el toque arrogante del diablo. La escena se resume en una gallera cuando Omar Geles y el Cocha dramatizan el acto icónico en el que Escalona derrota al diablo. Omar vistiendo sombrero negro, camisa blanca y cargaderas, con actitud sombría, casi de derrota, le imprime dolor a cada nota de La Historia de Escalona y Carlos Vives comienza a cantar la canción más triste que ha podido tocar, Omar: Es una historia que, es una historia que, me duele repetir porque es sentimental. Todo mi corazón se lo entregué y ella se complació en tratarlo mal... Sin embargo, este duelo se conjuró cuando Carlos Vives, acompañado de Omar Geles, cantó el credo al revés y le ganó al diablo. Fin.


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Ahora bien, lo suyo no siempre fue el vallenato grueso. Su magia fue transformar ese toque tradicional, en un toque que llegara a multitudes. Fue versátil y sacó las notas de ese clóset viejo en el que había (hay) unas reglas para tocar y le imprimió su sello. Sello que los puristas vallenateros le criticaron y que, para muchos, lo convirtió en hereje. Lo tenía claro. De festival en festival no iba a vivir y su nota más famosa fue la comercial. Se volvió en un mercader de canciones. Porque ajá, cuando dejó de presentarse en festivales, para la época del 2000, Geles tenía claro el negocio. Para entonces su agrupación Los Diablitos tocaba la cúspide del ranking de las emisoras con su canción A besitos y la fama lo distanció del toque tradicional.

El compositor

En la composición pasaba lo mismo. Complacía a todos. Insondable y básico. Iba entre la composición densa y poética, a las letras básicas y repetitivas. Irreverente. Innovador. Por eso, podía ir fácilmente de un verso profundo y polémico a uno sin sentido y soso. Veamos. Diomedes Díaz le grabó: Yo sé bien que te he sido infiel, pero en el hombre casi no se nota..., mientras que Silvestre Dangond lo puso a sonar en las discotecas con: A mí me gusta, me gusta, me gusta andar contigo, salir contigo, vivir contigo, dormir contigo, soñar contigo...

Escribir de Omar Antonio sin mencionar Los Caminos de la Vida es dejar media historia de él sin contar. Fue la canción que no solo lo hizo famoso, sino millonario. La escribió en la década del 90 y con ella inmortalizó a la señora Hilda Suárez Castilla, su mamá, que esta semana se armó de valor y en el velorio, se escuchó tararearla. Ahora es ella quien la canta, porque los caminos de la vida no son como yo esperaba... Esta canción la han grabado más de 37 veces, y muchas de esas versiones jamás las escuchó Geles. Es más, se enteró de que la grabó Vicentico porque a los meses llegó una suma grande dinero a su cuenta bancaria por regalías, ahí se dio cuenta de que América Latina la estaba cantando. Lo tomó con naturalidad.

Ahora, siguiendo en línea con la importancia de su mamá en su vida, no se nos puede olvidar que esa canción que le hizo a ella en un momento de extrema pobreza, lo llevó al otro extremo, el de la suntuosidad y más allá de eso, en pensar que él sería eterno y, mejor aún, en meternos en un verso lleno de contradicciones poéticas. Cantemos juntos este pedacito para entender mejor esto: Por ella lucharé hasta que me muera y por ella no me quiero morir, tampoco que se me muera mi vieja, pero, qué va, si el destino es así. Es decir, en Geles la muerte no llegaba hasta su mamá y tampoco hasta él, pero ajá, iba a pasar.


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De la muerte, de su muerte, hablaba poco, pero estaba seguro de que lo perseguía. Es más, tenía contada las veces en que la muerte casi lo alcanza hasta que lo alcanzó. Logró cantar tres veces. Fueron momentos en lo que por poco sufre un accidente de tránsito o por poco, casi se ahoga. Durante este año estaba hablando de su muerte con frecuencia. Se volvió un tema común. Alcanzó a decirle a su mamá que no le guardara luto y al sábado 18 de mayo cuando Silvestre Dangond llenó El Campín de Bogotá, tal vez como acto premonitorio, Geles alcanzó a decir al finalizar el concierto, porque Dangond lo invitó: “Si algo me llega a pasar en la vida quiero que me recuerden con esta canción” refiriéndose A Blanco y Negro y luego hubo una ovación que todavía resuena. Ahora, por cierto, esta canción es la confesión menos esperada a la que Geles nos llevó cuando dijo: Quiero aprender a cantar y si me acaricias le gano a Diomedes. Sí, hasta él mismo lo tenía claro. Su carrera musical se forjó con su agrupación Los Diablitos, por la que pasaron cantantes como Miguel Morales, luego Jesús Manuel Estrada, quien falleció en 2003, y por último Alex Manga.

Con Los Diablitos llegó la comercialización plena del vallenato de Geles. Cada mes ponía una canción a sonar en las emisoras y a competir con sus rivales de turno que, en ciudades como Medellín, eran el Binomio de Oro y Los Inquietos. Fueron 19 años de éxitos hasta que, en 2004, Omar Geles descubrió a Dios. Punto. Su vida giró, su discurso cambió, y desde ese momento, todo lo que pasaba, la lluvia, el viento, la comida sobre la mesa, el amigo que lo abrazaba, el concierto que no fue; todo, venía con agradecimiento de su parte a Dios. Es más, le prometió a Dios nunca más volver a llamarse “Diablito” y fue así, creo que nunca nadie se lo dijo, como acabó con un momento glorioso para el vallenato romántico.

Luego empezó su carrera como solista. Iba por los pueblos cantando sus canciones. Nunca más se presentó en un festival, ni se enganchó en duelo con nadie. Era amigo de todos. Ya no le interesaba demostrarle nada a nadie. Es más, ya había saldado todas las deudas de su mamá. La pobreza ya era un tema del pasado. Ya era Rey Vallenato. Ya le habían grabado sus canciones Diomedes Díaz, Silvestre Dangond, Iván Villazón, Jorge Celedón. Iba de pueblo en pueblo tocando en los parques y llenando coliseos. Acompañaba todos los lanzamientos de sus amigos cantantes y a todos les decía que lo que estaba haciendo era histórico.

Si volvemos a la teoría sobre vallenato, juglar era aquel hombre que iba de pueblo en pueblo tocando sus canciones, que tocaba el acordeón, componía y cantaba. Con la muerte de Lorenzo Morales en 2011, se murió el último juglar de esa generación de trashumantes del Magdalena Grande. Pero hoy, cuando recapitulamos todo lo que hizo Omar Geles, sin temor a equivocarme y sin la bendición de los más puristas vallenateros, podemos decir que murió un juglar moderno que no siempre tocaba sones ni paseos, que no le cantaba al 039 ni al pitido del tren pasando por Aracataca; que a veces componía versos sosos y sin sentido, pero que sí llenaba discotecas, improvisaba melodías, verseaba en la madrugada y le cantaba a la mujer imposible, le componía al dolor y a la alegría, y cantaba hasta el amanecer con sus amigos del alma.

Enterrado en el cementerio Jardínes de Eccehomo

En el principal cementerio de la capital del Cesar fue enterrado Omar Geles después de decenas de homenajes que se le hicieron públicamente. Este quizá sea uno de los cementerios que más estrellas del vallenato alberga, porque es usual que cada vez que una familia y amigos llegan allí a despedir un ser querido se arme una parranda vallenata, las serenatas allí son constantes. Cada vez son más los turistas que se acercan a este lugar para visitar las tumbas de algunos de los principales ídolos del vallenato como Diomedes Díaz, Kaleth Morales, Rafael Escalona o Colacho Mendoza. Ahora a esa lista se suma Omar Geles, el hombre de las más de 1.000 canciones que dejó muchas melodías listas que seguro sus colegas y amigos grabarán para rendirle un homenaje.

María Victoria Correa Escobar

El Colombiano


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