El próximo 4 de junio se cumplirán veinte años del cruel asesinato del político, cantautor, docente y poeta Tirso Vélez. Desde muy temprano en su activismo político Tirso Vélez presentía su muerte. El 8 de julio de 2001 y después de haberse desempeñado como alcalde de la población de Tibú en el Norte de Santander, cargo para el cual resultó elegido en marzo de 1992 con la ayuda de una coalición de izquierda liderada por la Unión Patriótica, se hizo más evidente esa sospecha.
Por esos tiempos, con la proliferación de las Autodefensas en todo el territorio nacional, quienes se identificaban de cualquier manera con movimientos de izquierda eran sus blancos predilectos.
De origen humilde, nació en Agua Clara, un corregimiento del municipio de Ocaña y desde muy joven se inclinó por las ideas de la izquierda, que eran la ilusión de las nuevas generaciones ávidas de libertad y de revolución, como solución a los problemas de la humanidad, pero que como todas las modas ideológicas son pasajeras y se van atenuando a medida que pasa el tiempo y las respuestas a las justificadas intenciones no aparecen en los horizontes de la naturaleza. Así pues, se matriculó en las filas de la Juventud Comunista JUCO, una asociación que estuvo de moda entre los jóvenes universitarios de la época de los años sesenta y setenta, mientras estudiaba Psicología de la Educación en el Centro Latinoamericano de Dianética, en Bogotá.
El comienzo de su vida profesional se desarrolló en las escuelas rurales de la región del Catatumbo, lugar propicio para desplegar sus actividades proselitistas en pro de sus ideas de mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de esa zona del país, tan olvidada del Estado y por ende, caldo de cultivo para el florecimiento de las acciones subversivas tan frecuentes en esos momentos.
En el desempeño de su gestión al frente de la alcaldía, en 1993, le pidió al gobierno nacional el nombramiento de 50 maestros que hacían falta para cubrir el déficit educativo de su municipio, en lugar de los tres mil efectivos del ejército que le habían ofrecido para controlar el orden público en esa difícil zona del Catatumbo, acto que no cayó bien entre las autoridades y en especial entre las fuerzas militares, en ese momento en cabeza del general Harold Bedoya, quien aprovechó la situación para acusar al burgomaestre de colaborador de los grupos subversivos. Ante estas circunstancias, la polémica en torno al gesto del alcalde Vélez se agudizó cuando días después publicó su poema Colombia, un sueño de paz, el cual fue radicalmente rechazado tanto por el alto mando militar como por las vergonzosas Autodefensas Unidas de Colombia. Leí el mencionado poema y la verdad es que aún no entiendo la razón que tendrían quienes entonces lo leyeron, para no comprender la razón final de su composición.
Las constantes presiones ejercidas en su contra por las mismas autoridades que lo consideraban enemigo de la democracia y contrario al régimen establecido, impidieron que culminara su periodo, ya que fue acusado de colaborar con auxilios a las actividades terrorista que se venían presentando en la región desde el inicio de su mandato.
En 1993, fue detenido por unidades del D.A.S. cuando se encontraba en la oficina de alcaldes de la gobernación de Norte de Santander, por acusaciones de relaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). En el momento de su captura,, Tirso Vélez dijo: “ (…) este es el precio por luchar por la paz en este país”. Tuvo que ser dejado en libertad por falta de pruebas, sin embargo, renunció a la alcaldía para la cual había sido elegido y se exilió en Venezuela, donde sobrevivió gracias a los recursos que le producía un taxi de su propiedad que le manejaba un chofer particular de su entera confianza.
El primer miércoles del mes de junio de 2003, cuando se desplazaba por la avenida sexta de Cúcuta, con su esposa Isabel Obregón Toscano, funcionaria de la alcaldía y quien lo acompañaba después de salir de su oficina, fue vilmente acribillado con ráfagas de fusil, hiriendo de paso a sus acompañantes, su esposa y a Mario Mojica, un amigo de la familia.
De las investigaciones para esclarecer este crimen, lo único que se ha establecido a ciencia cierta, de acuerdo con los postulados del Bloque Catatumbo a los fiscales de la Unidad de Justicia y Paz, es que fue alias ‘Camilo’ quien ordenó el asesinato del exalcalde y su ejecución estuvo a cargo de José García Mazo, condenado y encarcelado.
Transcurrido un mes del vil asesinato del, en ese entonces, candidato a la gobernación del Norte de Santander, su viuda rompió su silencio y en una emotiva entrevista otorgada a este diario aún recuperándose de las dos heridas de bala que afectaron seriamente su humanidad y acompañada de sus dos hijos, decidió contar su versión de los hechos, “(…) la tarde de ese miércoles llegué de la alcaldía a su oficina y lo acompañé un rato y después de que él dialogó con unos amigos salimos como a las 6:30 a la calle. Caminamos unas dos cuadras, por la avenida sexta, para sacar el carro del parqueadero, de pronto sentí por la espalda los disparos y alcancé a ver el sicario mientras nos atacaba. Estaba muy cerca de nosotros, fue a quemarropa. Todo duró como veinte segundos. Yo traté de cubrir a Tirso con mi cuerpo y Mario, quien no acompañaba y recibió dos disparos, interpuso su agenta para evitar las balas. Lo recuerdo cayendo indefenso. Yo le hablaba y él no me respondía. Le decía que se levantara, que lo amaba mucho y no abría los ojos”.
La viuda precisa que desconoce por qué mataron a Tirso; “ (…) él pensaba morir de viejo y escribiendo poesía”, y según dijo, su esposo nunca le habló de amenazas, aunque quince días antes había enviado una carta a la policía y otra al D.A.S. solicitando la asignación de una escolta. Dos días después, el director del D.A.S. le respondió que ese organismo sólo le podía brindar seguridad al Presidente de la República, a su familia, a los ministros y a los expresidentes. La policía, nunca respondió.
También se especuló, en los medios, que parte de los motivos de su asesinato se debía a que días antes había aparecido liderando las encuestas como favorito para el cargo de Gobernador del departamento. Efectivamente puedo confirmar que el 8 de mayo anterior, previo su deceso, la encuesta publicada por este diario y realizada por quien esto escribe mostrar, en la ciudad de Cúcuta, una favorabilidad, cercana al 23.6% y no puedo negar que este dato haya asustado a más de uno.
Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com
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