La presente crónica fue escrita por Carlos Orduz y compilada en el libro Apuntes de Historia empresarial cucuteña. Es parte integrante de la serie de biografías breves de empresarios y personajes destacados del mundo empresarial de la ciudad.
Grandes pensadores han sostenido que la mejor universidad son los libros hoy en día, y esta verdad, a pesar del desarrollo que modernamente han tenido las instituciones docentes, es en la actualidad más cierta que nunca.
Pero algo más profundo nos lleva a corroborar que la universidad excelente es la de la vida ya que lo que aprende por sí mismo el ser humano, lo que le exige un esfuerzo personal de búsqueda y asimilación, desarrollo y concreción de los ideales, los consigue en ella, como fuente perenne de inspiración.
Lo anterior como un prólogo del personaje de este relato, José Urbina Amorocho, pertenece a la generación de mitad de siglo donde con dificultades se podía ascender en el plano social por el estudio ya que las oportunidades para la provincia eran limitadas y era necesario hacerle frente a la vida desde temprana edad, y sólo los osados y con visión futurista ayudados con un poco de suerte, logra salir a flote y con grandes perspectivas económicas.
Lo vemos sobresalir en el ámbito comercial no sólo a nivel local sino que traspasa los límites departamentales y acrecienta su empresa en Santander, Arauca y parte de la costa. Igualmente ve que la integración es factor de desarrollo y se ubica en Venezuela.
Su avance económico lo lleva a mirar hacia la URSS y así vemos que importa un jeep de la marca UAZ que con orgullo exhibe en su bodega de la calle 9 junto al majestuoso almacén y distribuidora de gas.
La radio transmite mensajes de rebaja de precios en la mercancía de su negocio por traslado del mismo, pero pocos saben o conocen que el motivo real es el construir el mejor centro comercial de la ciudad, según un informante indiscreto, ya están los planos y diseños listos ya que quiere darle a Cúcuta algo digno y como contraprestación a la urbe que lo proyectó a nivel nacional no sólo en el plano económico, sino también en lo político (se codea con los jerarcas del partido liberal de la capital del país) y en lo social de Colombia y Venezuela.
Sea esta la oportunidad para relevar su figura con mérito más que sobrado en nuestro medio, por el ascenso que hizo con base en su deseo de superación y por las metas alcanzadas en desarrollo de su acción positiva creyendo en sí, en sus capacidades.
Es bueno resaltar su creación de dos importantes empresas que desarrollan una labor en pro del civismo tan venido a menos en los últimos años, como son: La Corporación para la Defensa de Cúcuta y la emisora Radio San José cuyos programas propenden por el mejoramiento de la comunidad.
Adelanta mejoras de la redoma de San Luís, que estéticamente le da realce a nuestra querida ciudad.
En marzo de 2007, la revista Semana publicó en siguiente reportaje:
Al grueso de los colombianos, el nombre de José Urbina Amorocho no les dice nada, pero para los que están en el negocio del gas, es sinónimo de poder, inteligencia, astucia y emprendimiento. Este hombre, nacido en Arboledas, Norte de Santander, quien salió con su madre y su hermana a los 14 años por la violencia y comenzó vendiendo clubes de lotería y otros productos para vivir, es considerado hoy día el ‘zar’ del gas en Colombia.
En pocas décadas José Urbina logró construir un grupo empresarial que hoy controla el 25 por ciento del negocio del gas en Colombia, especialmente el propano. La historia de este hombre, que siempre ha manejado un bajísimo perfil, es la que los productores de Hollywood siempre buscan para mostrar que, más que dinero, abolengo y herencia, lo que los hombres necesitan para construir sus sueños es inteligencia, astucia y tesón.
El primer paso para construir su grupo de empresas lo dio en 1960, cuando montó en el centro de Cúcuta el Almacén Olímpico, donde vendía electrodomésticos; al igual que cocinas, calentadores, lámparas y hornos a gas; muebles, máquinas de coser y bicicletas. La mayoría de las ventas se hacían a crédito. En esos años el país comenzaba a experimentar el primer gran auge del gas. Si bien la industria petrolera nacional había arrancado en la década de 1920, el gas propano, uno de los derivados de este producto, sólo era usado en las casas de los empleados norteamericanos.
Lentamente su uso fue impulsado por Ecopetrol, pero vendido a través de un complejo sistema. Esto hacía que el gas escaseara continuamente, a pesar de que al otro lado de la frontera, en Venezuela, había de sobra. No eran tiempos de integración económica.
Para poder viabilizar su negocio de gasodomésticos, José Urbina creó en 1962 Urbigás, una pequeña distribuidora de gas propano que básicamente buscaba atender a los compradores de equipos de su almacén Olímpico. Tres años después, Germán Gavassa, presidente de Gas del Norte, la empresa más grande de Cúcuta, llamó a Urbina y le dijo que la junta directiva había tomado la decisión de vender y que él tenía la primera opción. “Me entusiasmé, me emocioné y me asusté, y les dije: ‘Me están mamando gallo’, porque no tenía cómo pagarles”. Entonces don Germán me dijo: “me la va a pagar como a usted le gusta: se la vamos a cambiar por corotos”, es decir, por electrodomésticos, gasodomésticos y muebles.
Fue gracias a ese cambalache que Urbina, sin saber en ese momento, había tomado una decisión que cambiaría su vida, la de meterse de lleno en el complejo mundo del gas. La situación económica de Gas del Norte no era fácil, pero este hombre, de entonces 34 años, lector incansable, especialmente de biografías, se vio obligado a jugarse el todo por el todo. Allí demostró que era un gran administrador, imaginativo y un jugador duro y arriesgado en los negocios.
Continuará la próxima semana.
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