Año y medio después de cerrar las puertas por razones de la pandemia, el pasado fin de semana en el marco de la celebración de las fiestas patronales, se ordenó la reapertura del Santuario del Agua de la Virgen de la Torcoroma en Ocaña.
Feligreses de distintos rincones del país inician la travesía por carretera y luego toman el camino peatonal hasta llegar a lo alto de la montaña para pagar una promesa por un favor recibido, la paz mundial o la recuperación de la salud perdida de un ser querido.
A diferencia de otras épocas en las que se observaba un ‘río humano’, se reguló el ingreso a la capilla construida en el sitio donde apareció la imagen a tres campesinos, el 16 de agosto de 1711, en instantes cuando cortaban un árbol para hacer un dornajo y batir el dulce, según vestigios históricos.
Lea aquí: Mercados campesinos regresaron al parque principal de Ocaña
El obispo de la diócesis de Ocaña, monseñor Luis Gabriel Ramírez Díaz, conjuntamente con el rector del Santuario, presbítero Carlos Castro Lanzziano, logró el aval de las autoridades para facilitar el ingreso de los devotos, previo cumplimiento de los elementos mínimos de bioseguridad.
“La virgen María, bajo la advocación de la Torcoroma, intercede por todo el mundo en tiempos difíciles, debemos hacer esa cadena de oración por la paz y la salud sin descuidar las condiciones sanitarias porque el virus aún no se ha ido”, recalcó el prelado de la iglesia católica.
Por su parte el rector del Santuario, Monseñor Carlos Castro Lanzziano, instó a los peregrinos a cumplir al pie de la letra los protocolos de bioseguridad. “Es un plan piloto avalado por las autoridades que pone a prueba la disciplina de los visitantes. El llamado es que sigan las recomendaciones para evitar restricciones posteriores”, recalcó.
En efecto, la diócesis de Ocaña ha dispuesto de gel anti-bacterial a la entrada del templo, el lavado de manos con el agua que brota desde la montaña, la asepsia, el aforo con el distanciamiento social en cada banca y el uso permanente del tapabocas, indicó el párroco de la catedral, Enrique Ríos Pallares.