Desde que era una niña, Jenny Lisbeth Parada Gutiérrez tenía muy claro que quería ser una gran científica, pero nunca imaginó que a sus 35 años, esa meta la llevaría a convertirse en la primera mujer investigadora cucuteña en viajar a la Antártida en la IV Expedición Antártida “Almirante Tono” durante el verano austral 2017-2018.
Influenciada desde muy pequeña en caricaturas como El Laboratorio de Dexter, Jenny fue creciendo con el sueño de ser médica o investigadora, sin embargo, al momento de inscribirse en una carrera universitaria, enfrentó una de las decisiones que sin saberlo, le cambiaría su destino.
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“Inicialmente yo quería estudiar medicina, pero por una decisión familiar tenía que empezar mis estudios en la Universidad de Pamplona, así que las carreras que tenían más afín en cuanto a su pensum era bacteriología y microbiología, me inscribí en las dos, pero finalmente me aceptaron en esta última”, detalló.
A pesar de no tener las mejores expectativas sobre su nuevo reto universitario, Parada asegura que se enamoró de su profesión y de todo lo que iba aprendiendo a lo largo de la carrera, a tal punto de trasladar sus sueños a sus prácticas profesionales.
“Yo veía que mis compañeros hacían sus pasantías en empresas de alimentos, pero yo estaba segura que no quería hacer lo mismo, deseaba nuevos retos, quería investigar, inclusive pensé en aplazar hasta último momento, allí fue cuando finalizando septiembre en 2010, una profesora me llamó y me ofreció un puesto en Tumaco y para ser sincera, en ese momento ni sabía dónde quedaba aquel lugar, pero no dude en aceptar”, comentó.
Al aterrizar en tierras nariñenses, Jenny ingresó a una empresa que trabajaba con palma de aceite, ubicada en la vereda Las Palmas, entregándole a su cargo el laboratorio de microbiología cuyo objetivo era producir hongos para el control biológico de plagas y enfermedades de cultivo, a la par que tomaba muestras de las palmas afectadas por la pudrición del cogollo , una enfermedad de un microorganismo capaz de degradar los tejidos más internos del cogollo y que a su vez permite que otros organismos oportunistas se vinculen a su estado agravando la situación de las plantas.
Una experiencia que cataloga como única, ya que además de hacer lo que le apasiona, aprendía cosas nuevas con la práctica, una oportunidad que le ayudó a conocer más sobre este campo.
Al finalizar esta etapa, la microbióloga regresó a la capital fronteriza únicamente para recibir su grado como profesional, ya que tenía fecha de retorno a Tumaco, pues gracias a su buen desempeño, le ofrecieron un lugar en la organización a tiempo completo.
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De forma paralela, Jenny también ingresó al Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) como instructora, capacitando a los aprendices en la tecnología en control ambiental en asignaturas como microbiología ambiental, microbiología marina, química y formulación de proyectos de investigación.
A sus 25 años, Jenny era la encargada de transmitir sus conocimientos a personas que le triplicaban su edad, una situación que puede implicar un reto para los docentes, pero gracias a su acento cucuteño y su carácter fuerte, marcó una pauta para generar respeto entre su grupo.
“En ese entonces tenía el acento mucho más marcado, me preguntaban mucho si estaba enojada, pero en realidad no, nosotros hablamos así, pero eso me ayudo mucho con los aprendices”, resaltó.
En medio de una de sus clases, sus estudiantes le expresaron el deseo de hacer una visita a uno de los laboratorios de la ciudad, específicamente el de la Dirección General Marítima Portuaria (Dimar), cuyas instalaciones se ubican allí.
“Yo creo que la vida te pone en los lugares correctos, en ese momento yo no sabía que era la Dimar y de su trabajo, pero por la solicitud de mis estudiantes, hice todo lo necesario para realizar una práctica con ellos en sus laboratorios, aún así, resulté en una entrevista de trabajo, pues en ese momento ellos necesitaban a una microbióloga en su equipo”, mencionó.
Tras realizar todo un proceso de contratación, el 12 de mayo de 2012, fue nombrada como profesional de defensa, liderando un proyecto sobre contaminación marina generada por buques de tráfico internacional y su impacto en el océano.
A pesar del miedo que sentía en aquel momento, las ganas fueron más y como ella menciona “lo que no sabía en ese momento, lo aprendía”, uno de los legados que le enseñaron sus padres y que han influenciado su vida con el paso de los años.
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Una oportunidad de viajar a la Antártida
En medio de sus labores y tareas propias del Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas del Pacífico, la cucuteña adelantaba sus estudios de posgrado en Oceanografía en Cartagena, cuando recibió una de las mejores noticias de su vida, su nombre estaba postulado para hacer parte la tripulación que viajaría por cuarta vez al hemisferio sur, específicamente a la Antártida, desde Colombia, con el fin de recolectar nueva información sobre ecosistemas marinos, cambio ambiental y conservación, biodiversidad de organismos antárticos, entre otras temáticas.
“Fue una noticia maravillosa, todo tipo de pensamiento pasaba por mi cabeza, qué ropa voy a usar, qué vamos a comer, qué debo empacar, el único frío que tenía de referencia era Pamplona, era algo que me llenaba de alegría. Nuestro viaje fue un poco más complejo en sentido de que el buque que nos transportaba estaba condicionado para viajar a este lugar de difícil navegación, pero que no contaba con las características propias de un buque oceanográfico multipropósito, aun así, todo salió bien”.
Con maleta en mano, zarpó desde el puerto de Cartagena el 15 de diciembre del año 2017 a bordo del buque de la Armada Nacional ARC '20 de julio', junto a 101 tripulantes (entre ellos 20 investigadores nacionales y 10 internacionales), dispuesta a navegar por el mar y el océano con una sola misión, explorar el continente blanco.
Parada destacó diferentes elementos que enriquecieron su profesión en medio del viaje, “es un trabajo muy completo, recolectamos muestras de fitoplancton, zooplancton, para determinar hidrocarburos disueltos dispersos en aguas, sólidos suspendidos, nutrientes, clorofila, en medio de las 24 estaciones ubicadas a lo largo del Estrecho de Gerlache, y otros tantos ejemplares se congelaron para traerlas de regreso al país y poder analizarlas de una manera más detallada”.
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A pesar de que fueron 83 días y aproximadamente 1.709 horas de navegación, la investigadora resaltó algunos detalles que marcaron su aventura, uno de ellos fue el tortuoso paso por el Paso de Drake, el tramo de mar que separa a América del Sur de la Antártida, donde sus olas de entre 5 a 7 metros de altura, hacían que el barco se moviera de lado a lado sin descanso, dificultando actividades propias del día a día como comer, bañarse o dormir.
Parada también recordó que es una mujer poco sentimental, pero señala que las lágrimas brotaron de sus ojos la primera vez que vio un iceberg, un pingüino e inclusive una foca.
“Son experiencias que generalmente solo pasan una vez en la vida, soy parte de ese 1% de la población mundial que logró ir al lugar más frío, seco y ventoso del planeta, ¿qué cucuteño logra imaginar todo eso?, es sorprendente”.
Su primer viaje internacional ya la había vivido tiempo atrás en Argentina, cuando viajó en representación de Colombia para dar a conocer las herramientas implementadas por el país para evitar la trasferencia de especies y para presentar los resultados de las investigaciones efectuadas en el laboratorio.
“Nunca dejen de soñar”
Hoy en día Parada Gutiérrez sigue desempeñándose en la Dimar, pero esta vez como investigadora científica en la Dirección General Marítima Iceman (Investigación Científica Marina para la Seguridad Marítima Integral en la Antártica), en el área de protección del medio marino, desarrollando investigaciones enfocadas en el control de las actividades marítimas que se desarrollan en el Caribe y en el Pacífico, ejerciendo soberanía sobre las aguas colombianas, conociendo lo que existe en los océanos y su entorno.
Así como ella lo hizo, la científica aconseja nunca dejar de soñar y siempre hacer lo que al corazón le transmita paz, “a veces uno se deja llevar de las tendencias, pero realmente no es lo que nos gusta, debemos seguir nuestros instintos y trabajar por ello, no tener miedo de salir de nuestra zona de confort, ese es el camino que lleva al éxito”.
Su proyecto de vida se ubica lejos de su hogar, pero menciona que en algún momento regresará a tierras fronterizas para dar las gracias a todos aquellos que la vieron crecer.
“Deseo un día volver a Cúcuta y compartir mi experiencia con todos, llegará el momento de retornar y seguir haciendo lo que me gusta desde casa”. finalizó.
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