María Fernanda Cotamo, de 23 años, es discapacitada visual, estudia música en la Universidad de Pamplona y canta en la iglesia San Francisco de Asís, en el barrio Ciudad Jardín.
Según ella, la ciudad no le brinda garantías a la población ciega, en otras palabras no es nada incluyente, “nos toca valernos por nuestros propios medios para movilizarnos”.
Ella aún no se desplaza sola por la ciudad, es ayudada por un familiar, por ello no hace sino pensar cómo será cuando tenga que depender de ella misma. “Si es con apoyo y uno siente que hay muchas limitaciones para caminar por los andenes, no me quiero imaginar cuando tenga que moverme de manera independiente, dice.
Me ha parecido muy complicado. uno como invidente tiene que desplazarse es por los andenes, porque por la carretera es difícil, por los vehículos, sobre todo en el centro, pero pasa que cuando no son los vendedores ambulantes ocupando los andenes, son las motos y los carros, casi nunca están despejados. O hay andenes que tienen muchos altibajos y eso complica aún más el desplazamiento, dice María Fernanda.
Por otra parte, lamenta que los semáforos de la ciudad no estén a tono con la población invidente, como sí ocurre en las grandes capitales del país, en las que van un paso delante de Cúcuta.
Uno aquí en la ciudad no cuenta con semáforos con señales sonoras que le indique al invidente cuándo debe cruzar una calle y cuándo no de manera segura. Si uno no cuenta con una mano amiga, ahí es cuando a uno le toca enfrentarse al peligro, dice María Fernanda.
Ella dice que los ciegos solo encuentran facilidades para desplazarse por la ciudad en la avenida Gran Colombia, donde la administración de César Rojas la reconstruyó ajustándola a las normas vigentes para la población invidente.
Dijo que en Cúcuta falta mucha cultura ciudadana y más convencimiento de las autoridades en que la ciudad debe ser incluyente para todas las personas en cualquier condición física, y no solo para las que no tienen ningún problema para movilizarse.
Hay quienes alegan el derecho al trabajo y por ello ocupan los andenes, pero estas mismas personas olvidan que existimos personas que necesitamos de los andenes despejados para poder desplazarnos libremente, dijo María Fernanda.
En Norte de Santander, según el Departamento Nacional de Estadística (Dane), hay unas 10.600 personas con alguna discapacidad visual, incluyendo los ciegos.
Armando Castellanos, de 62 años, también es invidente. Él dice que en Cúcuta el ciego se encuentra todos los problemas que la gente se pueda imaginar. “Por ejemplo, no hay accesibilidad en las vías para subir a los andenes, no hay cumplimiento de normativa, demasiados obstáculos en los andenes, en fin, no hay garantías para una movilización adecuada”, dijo.
Jorge Soto, vocero de la Asociación Diversidad Funcional, precisó que muchas rampas para acceder a los andenes de la ciudad que no cumplen con la pendiente del 12 por ciento exigida por la norma.
Tres necesidades que esperan solución
El presidente de la Asociación Nortesantandereana de Ciegos, Mauricio Alberto Daza precisó que aunque en el centro de Cúcuta se hicieron adecuaciones en andenes y rampas para que los invidentes pudiesen movilizarse libremente, un problema impide que esto ocurra: la invasión del espacio público con las ventas ambulantes.
“Esto es ya un problema de cultura ciudadana, que deben solucionar las autoridades”, dijo Daza.
Dijo que en los últimos años se han hecho cosas favorables para la población de ciegos en el aspecto de movilidad, pero aún falta.
Añadió que existen tres necesidades en las que deben trabajar las autoridades para reivindicarse con la población de invidentes:
1. inclusión educativa. No hay garantías, por ejemplo, un joven necesita un computador, una tableta o un celular inteligente para poder estar a la misma altura que los demás estudiantes.
2. Se requiere personal idóneo para poderles enseñar a estos chicos.
3. La inclusión laboral, es el aspecto que más nos está afectando en estos momentos, porque no contamos con eso.
Daza dijo que el ciego de hoy en día es una generación diferente a la de años atrás, el ciego de hoy estudia, tiene acceso a internet, al mundo de la información. Asimismo, podemos estar en los comités de participación ciudadana, todo gracias a la tecnología, dijo Daza.
Para el presidente de la Asociación Nortesantandereana de Ciegos, en Cúcuta se puede hablar que existen aproximadamente unas 400 personas invidentes.
La inclusión es la meta
El alcalde de Cúcuta, Jairo Yáñez, precisó que en el Plan de Desarrollo Municipal de su mandato la inclusión es uno de los pilares y en esa dirección se viene trabajando para brindar no solo las herramientas necesarias a la población en condición de discapacidad, sino oportunidades de participación en todos los campos.
Desde el Departamento Administrativo de Bienestar Social y el programa de Discapacidad, la alcaldía brinda asesorías técnicas, jurídicas, legales y acompañamientos de derecho de petición, acciones de tutela para personas, familias, cuidadores y personas con discapacidad.
Yáñez precisó que en el tema del despeje del espacio público para brindar condiciones plenas de movilidad se avanza desde el inicio de su administración conjuntamente con las asociaciones de vendedores informales.
Cúcuta ya cuenta con Crac
Si bien en Colombia, gracias a la ley de seguridad social, la ceguera por causas prevenibles tiene baja incidencia, dado que la mayoría de las personas están afiliadas al sistema de salud, ya sea en el régimen contributivo o subsidiado, y acceden a servicios de salud visual, las poblaciones que habitan las zonas rurales no cuentan con las mismas posibilidades en el acceso y calidad diagnóstica y terapéutica.
Por esta razón, el Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos (Crac), fundación privada, sin ánimo de lucro, ha implementado la estrategia ’Nadie Sin Rehabilitar’ para acercar sus procesos de rehabilitación funcional a los colombianos con discapacidad visual. Cúcuta era la única capital que no contaba con estos servicios, pero desde este año ya funciona una sede en esta capital.
Desde 2007, ‘Nadie sin Rehabilitar’ ha permitido que personas con discapacidad en ciudades y municipios de todo el país hayan accedido a los servicios especializados del Crac.
“A pesar de la difícil situación que vive el país por cuenta de la contingencia sanitaria del COVID-19, así como el Paro Nacional, desde el Crac nos reinventamos para seguir ofreciendo nuestros servicios de rehabilitación y asistencia en materia de inclusión social apalancados en la tecnología, logrando nuevas sinergias con los pacientes y apoyándolos para que se empoderen y participen activamente de las dinámicas del sector productivo, entre otros”, asegura John Jairo Erazo, Coordinador de Regionales del CRAC.
La ruta de atención en las regiones para personas con discapacidad visual comprende las siguientes fases:
1. Preingreso: Orientación al usuario y su familia con el fin de conocer sus necesidades, expectativas de acuerdo con su condición visual y de salud en general. Revisión de requisitos.
2. Evaluación: Se realiza una evaluación para identificar el nivel de autonomía e independencia del aspirante, se socializan resultados y se elabora el plan de rehabilitación.
3. Desarrollo de plan de rehabilitación: Teniendo en cuenta los 5 componentes y la estrategia tríada mencionados anteriormente:
● Psicosocial (trabajo social y psicología)
● Físico (orientación y movilidad)
● Independencia personal (técnicas de la vida diaria)
● Comunicación (braille, ábaco, aprestamiento para la escritura y manejo de tecnología básica)
● Desarrollo Sensoperceptivo, cognitivo y manual (aprestamiento manual, desarrollo sensorial y procesos básicos mentales)
● Asesoría ocupacional
4. Egreso: nivel que obtiene la persona a alcanzar los objetivos en su plan de trabajo
El Crac realiza valoración a cada usuario para determinar las particularidades de su proceso de rehabilitación y hace entrega de un kit de ayudas tiflológicas de forma gratuita según su perfil funcional, plan de trabajo y evolución.