Salomé Trejos Durán se desplaza en motocicleta a diferentes sectores de Cúcuta para cumplir con sus labores diarias, experiencias que le dejan nuevos aprendizajes y la satisfacción de estar haciendo lo que le gusta y para lo que ha estado preparándose.
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Ella es una cucuteña, de tan solo 22 años, que trabaja reparando y haciendo mantenimiento a aires acondicionados en empresas y viviendas, un oficio que en esta ciudad fronteriza muy pocas mujeres cumplen, reservado casi exclusivamente a los hombres.
La historia de Salomé es la de una mujer que lucha para ganarse el sustento y un espacio en la sociedad, incursionando en un terreno en el que usar un uniforme industrial vale, donde poner a prueba la fuerza física o llenarse las manos de grasa son apenas gajes del oficio.
Salome Trejos, quien vive en el barrio Aeropuerto, en el noroccidente de la ciudad, perdió a su papá hace 15 años en un accidente de tránsito, un episodio que aún recuera con mucho dolor, pero que la motiva a seguir adelante sin flaquear.
Estudió secundaria en el colegio Municipal del Aeropuerto, pero por dificultades se vio obligada a validar el grado 11 en una institución privada para obtener el título de bachiller, anhelando ingresar a la educación superior, como la mayoría de sus compañeros de estudio.
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Esa oportunidad la estuvo esperando, sin embargo su difícil situación económica no le permitió entrar a la universidad, por lo que el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) fue su alternativa para avanzar, ingresando a una carrera técnica, que en este caso fue refrigeración, oficio del que tenía referencia porque la actual pareja de su mamá se desempeña en esa área.
Se inscribió en el Sena con la ayuda de una prima que cubrió los gastos y así logró iniciar las clases de manera virtual en 2020, en plena pandemia por la COVID-19. “Me di la oportunidad y he estado aprendiendo mucho, conociendo más cada día y en la actualidad estoy haciendo mis prácticas en Electrohogar, empresa en la que llevo cuatro meses y ya me faltan dos para terminar las prácticas y graduarme”.
Esta aprendiz del Sena considera que ha sido una experiencia gratificante el haberse inclinado por la refrigeración, donde ha logrado conocer muchas cosas, ampliado sus horizontes formativos, aunque confiesa que ha sido un poco difícil, por ser un oficio para hombres “pero el gusto que le he ido agarrando es bastante, porque desde los 13 años realmente había empezado a trabajar en esto, así solo fuera ayudándole en mis ratos libres al esposo de mi mamá”.
En el salón de clases del Sena eran 32 compañero y Salomé la única mujer, sin embargo muchos se fueron quedando en el camino porque estaban estudiando de manera virtual y lo duro de la pandemia los desestimuló, finalizando las clases teóricas al cabo de nueve meses menos de la mitad, y de ese número varios están haciendo las prácticas, que duran un semestre.
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Salomé fue afortunada porque la contrataron en una empresa donde nunca había trabajado una mujer en el área de refrigeración, donde dice que se esfuerza cada día para aprobar la práctica y obtener la experiencia suficiente para cuando tenga que entrar a competir con los hombres en el campo laboral, aunque sabe que es difícil porque las personas que contratan los servicios técnicos no asimilan que una mujer puede hacer bien el trabajo y dar garantía de ello.
Incluso quienes son sus actuales compañeros, cuando fue a la entrevista para el cargo que ocupa no imaginaron que iba para el área de refrigeración, “por lo que no lo creían ya que nunca una mujer había estado de igual a igual con ellos y fue necesario ganarme el espacio y demostrar que tenía capacidad para hacer el trabajo, así al final del día estuviera más agotada y pensando que quizá tenía que buscar otra cosa que hacer”.
Al principio la bombardeaban con preguntas por haber escogido ese trabajo, porque les parecía extraño, “pero ya después fueron entendiendo que había un antecedente, porque eso es lo que hace la pareja de mi mamá y en la casa siempre habían lavadoras, aires acondicionados, neveras y estufas para ser reparadas y así transcurrió parte de mi niñez, por eso cuando se dio la oportunidad en el Sena aproveché para estudiar lo que me llamaba la atención”.
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Superada esa fase de ser la nueva, encontró receptividad y en la actualidad goza del aprecio de sus compañeros, que le han tenido paciencia y siempre están para enseñarle cuando la situación lo amerita.
Lo mismo ocurre cuando llega por primera vez a donde un cliente a prestar el servicio, porque muchos se sorprenden, acostumbrados como están a que los técnicos de refrigeración que conocen son hombres por ser un trabajo fuerte, pero después le permiten que haga su trabajo, con el debido respeto y muchos hasta la felicitan y la animan a seguir.
Por esa razón quiere continuar más adelante estudios en electrónica para proyectarse y mejorar sus condiciones de vida, consciente que el mercado en el que se mueve cada día es más competitivo y “salen cosas nuevas que hay que ir aprendiendo”.
Reconoce que sin embargo en este trabajo hay dificultades, como no tener suficiente fuerza para mover los aires o piezas que son bastante pesadas, o los trabajos en altura, que siempre tienen un grado de riesgo, pero con la práctica y el paso de los días ha ido aprendiendo a sortearlas.
El trabajo es frecuente porque desde diferentes entidades buscan a un experto cuando sus aires sufren algún daño, porque son aparatos costosos, y generalmente en las oficinas, donde trabajan varias personas, un ambiente fresco es fundamental, máxime en Cúcuta una ciudad calurosa.
En ese sentido la rutina que cumple Salomé es reparar daños como el capacitor, que se encarga de hacer prender el compresor que se daña muy a menudo, algunos casos cuando se queman las tarjetas y para mantenimiento periódico y por fortuna hay bastante pedido.
Estos trabajos generalmente los hace técnicos independientes, obteniendo un buen ingreso por el servicio que se presta, sin embargo el grueso del mercado lo tienen empresa legalmente constituidas, que a su vez generan empleo.
Entre los planes de Salomé está estudiar una carrera completa y llegar a independizarse, con base en lo que le inculca el Sena al aprendiz, para que haga emprendimiento e inicie su propia empresa. “Esa posibilidad siempre está en la baraja, pese a que hay mucha competencia, pero la diferencia la va a hacer siempre la mejor atención, la calidad del servicio y el empeño que se ponga en hacer las cosas cada día mejor”.
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