Belky Arizala estaba sola, sentada en primera fila, dando los últimos toques en su rostro. Apuntó sus labios y pasó el rojo carmesí que contrastaba con su estampado vestido largo que terminaba en tres anchas arandelas.
A las 5:00 en punto de la tarde se levantó a posar para fotos con sus conocidos y los que la requerían en el auditorio del pabellón tres de la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero.
Así pasó quince minutos, sonriendo para las cámaras hasta que Patrocinio Ararat, director de la fundación cultural ‘El cinco a las cinco’, tomó el micrófono y después de dar la bienvenida a Belky Yolima Arizala Segura procedió a leer la extensa lista de títulos, de reconocimientos, de condecoraciones, que ha conquistado en estos últimos 20 años. Y sin más preámbulos cedió la palabra a la invitada que se encontraba en la tarima.
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Tomó el micrófono, bajó y se acercó al público con voz aflautada, pero firme: “Todos tenemos un propósito. No me he inventado nada. Estoy trabajando sobre lo construido. Hago parte de una generación que pide permiso, que saluda, que pide la bendición y eso lo voy a defender, no voy a cambiar y quiero dejarle este mensaje a la juventud”. Con ese saludo de entrada dio paso a un desfile de jóvenes afrodescendientes y a varios toques de tamboras.
Pero la conferencia de la cucuteña Belky Arizala se enfocó en su experiencia de vida en la que recordó un amargo episodio de depresión que vivió y estuvo a punto de lanzarse de un carro en movimiento, cuando se dirigía de Villavicencio a Bogotá, pero que su hermana la salvó activando a tiempo los seguros de las puertas.
“Y por eso estoy aquí, dando testimonio de tantos ángeles que he tenido en la vida como el profesor Juan Becerra, quien me aceptó en su grupo de bailarines sin pertenecer a la Universidad Francisco de Paula Santander, porque la nota del Icfes no me alcanzó para ingresar a estudiar medicina.
Y Juan Becerra también me despertó esa mañana, en la habitación de una cabaña en Salazar de las Palmas donde mis compañeros me habían dormido ofreciéndome un café y aprovecharon para cortarme el cabello.
Al despertar, salté del tercer piso del camarote, horrorizada, sin saber qué había pasado. Y me acordé, en ese instante, de las palabras de mi madre (Susana): Yolima no vayas, ellos no te quieren.
Pero la desobedecí. Me subí al bus y nadie se sentó a mi lado. Mis compañeros no me querían porque yo era líder, porque no me iba a parrandear con ellos, porque era disciplinada y me iba directo a casa, al barrio El Hoyito, en Los Patios, a hacer oficio y tareas para mantener las buenas calificaciones.
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Cuando regresé a casa, trasquilada mis padres me sometieron a preguntas y de inmediato me llevaron al médico porque no sabían que había ocurrido en ese lapso, mientras dormía.
Y también yo me preguntaba: ¿Cómo lo planearon? ¿Y si se les hubiera pasado la mano? estaríamos hablando de un homicidio.
Entonces mi madre me ordenó: te vas a la universidad (Francisco de Paula Santander), los buscas para saber quién lo hizo y qué pasó. Me acomodé la mitad del cabello que me quedaba y me fui, impecablemente vestida.
Al llegar entré al auditorio, subí a la tarima y de frente pregunté: ¿Quién me hizo esto? Todos soltaron la carcajada. Entonces alcé la voz. Mi mamá les manda a decir que los perdona. Bajé rauda y al regresar a casa agarré la máquina de afeitar y me la pasé. Me rapé. Me miré al espejo y no me disgustó como quedé.
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Y, hoy 20 años después de ese acontecimiento, quiero regresar a la universidad para agradecerles a esos compañeros que me hicieron ‘la broma’, porque hoy soy la Embajadora de Buena Voluntad de Unicef para Colombia, y de la Unión Europea, soy la mejor pasarela del país, soy la creadora de la fundación ‘El alma no tiene color’, la directora de África Fashion Week Colombia, lidero la Agencia de Talentos, actriz y con muchos pergaminos. Porque me quitaron el pelo, pero la capacidad de liderazgo, jamás”.
¿Qué camino escogería para cumplir las metas? preguntó al público. Y enseguida recordó que cuando empezó a modelar la llamaron “para ofrecerme $30 millones para que saliera una noche con un personaje.
Me estaban ofreciendo que fuera prepago. Y me dijeron que eso lo hacían todas para ser famosas. No me dejé tentar. Y me dijeron, pero usted va a morir pobre, negra y bruta. Pobre, no nací con plata; negra, esto no se me quita, pero bruta, No. Voy a empezar a aprender, a escuchar, a leer, a encargarme de adquirir conocimiento. Esa oferta no se la voy aceptar. ¿Y si hubiese aceptado y me hubiesen grabado?
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Seguramente no estaría aquí como imagen de inspiración para los jóvenes. Porque yo valoro mi profesión. Por eso tengo la frente en alto. Y no me he prostituido, ni lo voy hacer, porque no lo necesito. Y aquellos que dicen que son modelos webcam y onlyfans, quítenle el título de modelo porque esta es una carrera digna, es escoger el camino más corto. Eso para mi no es ser profesional. Y en pandemia aprendí a ser reconocida por méritos, pero ahora influencer es cualquiera”.
Belky Arizala dicta, desde hace cinco años, conferencias de liderazgo, empoderamiento y emprendimiento inspirada en sus testimonios de vida, como ese del cual fue víctima de ataque racista que le raparon parte de la cabeza.
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