Antes, los habitantes de El Tarrita se mantenían económicamente gracias a la plantación de productos como la cebolla, el ajo, la caña, plátano, frijoles, entre otros. Sin embargo, desde que la avalancha se llevó con todo el trabajo de los campesinos, tuvieron que buscar otras maneras para producir dinero, como la venta de café o trasladarse a otras zonas para encontrar oportunidades.
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“Yo tenía una cancha de fútbol con malla y su respectiva grama en donde todos los fines de semana organizaba eventos. Tenía caña, yuca, plátano, tenía corrales para 100 cerdos, teníamos 6.000 pescados. Ahora todo esto está muerto. No hay ni gente por aquí, todo el mundo se fue. Estoy vendiendo combustible ahora, porque todo el pescado la avalancha los sacó hacia el pavimento. Todo se acabó. Viendo a ver qué llega”, explicó Karen Rueda, quien tiene una venta de gaseosas a orillas de su casa.
Además de la agricultura, muchos aprovechaban que esta es la segunda vía más importante de todo Norte de Santander, puesto que comunica a Cúcuta con la costa atlántica, para montar tiendas y vender productos o comida.
No obstante, para los campesinos ya no hay tierra para trabajar. Para los comerciantes la parada en ese punto por parte de los muleros o viajeros ya no es una opción, puesto que gracias a los trabajos del Instituto Nacional de Vías (Invias) el tráfico en esa zona es complicado.
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“Yo siempre he trabajado vendiendo comida. Ahorita las ventas bajaron un 80%, se puede decir. Yo antes de la avalancha vendía entre 2 millones y 3 millones de pesos semanales en carne, que compraba para vender aquí. Ahora se venden cuatro o cinco kilos por la semana. Dejan de entrar porque está el pare y siga, entonces no hay espacios para parquear. Pero gracias a Dios vendo esos cuatro kilos, porque recién ocurrió la tragedia yo me traía de Ábrego cuatro kilos y tenía que levármelos todos a la casa”, explicó Freiden Jácome, quien vende pasteles y arepa ocañera a orillas de la vía.