Como ocurrió en la mayoría de barrios de estratos 1 y 2, la mano de obra para acceder a los servicios públicos fue puesta por las comunidades de estos sectores vulnerables, hecho que no fue la excepción para los habitantes de Navarro Wolf.
Acorde a las memorias de Pedro Flórez Barón, fueron los primeros habitantes que abrieron los huecos para dar paso a las tuberías de acueducto y alcantarillado, luego de años de gestionar dicho proceso.
“Antaño nos tocaba bajar hacia un tanque al que denominaron ‘Babilonia’, donde los primeros habitantes de los barrios del municipio histórico llegaban para sacar agua”, afirmó Flórez Barón.
Respuesta a las necesidades
Con cada día que pasaba, las personas fueron llegando a Navarro Wolf, que fue legalizado como barrio a mediados de 1993, y ante las necesidades de la comunidad, se cimentaron algunas edificaciones importantes para el crecimiento del mismo.
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La institución educativa Colegio Presbítero Álvaro Suarez, inició labores escolares con el nombre de Escuela Rural Integrada Lomitas, establecida por decreto número 39 del 16 de enero de 1956, ubicada en ese momento, cerca del lugar que sirvió como estación del ferrocarril.
Una situación similar ocurrió con la iglesia del barrio, que se creó empezando el siglo para satisfacer las necesidades de los habitantes católicos de la zona, y con los recursos recogidos por la Junta de Acción Comunal (JAC), se logró la construcción de la misma.
El polideportivo, por otro lado, fue un proyecto a cargo de la Gobernación de Norte de Santander, y los habitantes buscan mantener en buenas condiciones dicho escenario, que a la fecha es el único lugar para incentivar la recreación en Navarro Wolf.