La guerra es una experiencia difícil de digerir para el ser humano y para un niño lo es mucho más.
En Norte de Santander, producto del éxodo masivo que ha desencadenado la crisis humanitaria en el Catatumbo, por el recrudecimiento de la guerra entre el Eln y las disidencias de las Farc, Javier Sarmiento, Procurador Delegado, llamó la atención por el impacto de esta situación en los niños, niñas y adolescentes.
De acuerdo con las estimaciones de este organismo, un 35 por ciento de las víctimas de desplazamiento forzado son menores de edad, lo que quiere decir que, de mantenerse la tendencia y con base al último balance entregado por el alcalde de Cúcuta, Jorge Acevedo, sobre el aumento a 15.086 personas que han huido a la ciudad, 5.280 serían niños, niñas y adolescentes.
No en vano la Organización de las Naciones Unidas para los derechos humanos calificó de “nefasto” este episodio y condenó además la violación de los derechos de los niños, niñas y adolescentes.
Y es que en este contexto cómo se le explica a un niño que, sin aparente razón, hay que tomar lo poco que cabe en algunos bolsos y marcharse de la casa.
Cómo explicarle a una niña de ocho años, que el dueño de la mina donde trabaja su madre fue retenido en dos ocasiones por desconocidos, y que la última vez que se lo llevaron no volvió más; que tras esos momentos de angustia, apenas tuvieron cinco minutos para marcharse del lugar y no volver jamás.
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O peor aún, qué se le dice a un grupo de niños, de entre 7 y 17 años que deben seguir solos el resto del camino, sin sus padres, porque quedan retenidos en un pueblo, tal como lo registró La Opinión en un punto de recepción del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar a las afueras del estadio General Santander.
Contención emocional
Historias como estas, y otras más desgarradoras, se repiten entre los miles de desplazados que han llegado a Cúcuta en los últimos días, donde el apoyo de profesionales de la psicología ha sido fundamental para contener el cúmulo de emociones que traen consigo, como otra pesada maleta.
Miguel es uno de los profesionales que integra la ruta de atención para los desplazados que han llegado del Catatumbo. Este psicólogo, al servicio de una de las organizaciones de la cooperación internacional, describe que el primer síntoma que ha encontrado en estas personas es el estrés emocional, “las personas no recuerdan cómo fue que llegaron aquí”.
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