Al dolor que viven hoy las familias de las víctimas de la masacre en Oropama, Ábrego, se suma la desgracia de no contar con recursos económicos para viajar a Cúcuta a reclamar los cuerpos.
Por razones de logística, la Fiscalía determinó que los cuerpos debían ser trasladados a la capital nortesantandereana para las pruebas de balísticas y dactiloscopia antes de ser entregados para darles sepultura.
Luis Antonio Ortiz, padre Heiner Ortiz Ballesteros, uno de los jóvenes asesinados aseguró que no tienen recursos suficientes para reclamar el cuerpo de su hijo.
“Era el ‘cubita’ de mis siete hijos, tenía apenas 29 años, empezando a vivir y le quitan esa ilusión de ayudar en la casa. No hay derecho, todo lo que hemos conseguido ha sido con el sudor de la frente”, dijo entre el dolor.
Igual situación viven los otros familiares quienes piden al alcalde de esa población, Juan Carlos Jácome Ropero, el apoyo necesario para el traslado de los jóvenes a la tierra que los vio nacer y morir, pidió el desconsolado padre, quien no encuentra explicación alguna a lo ocurrido.
Luis Antonio era la esperanza de sus padres que ya no tienen fuerzas para cultivar las tierras.
“Era mi mano derecha, tenía tantos sueños con las cosechas para ayudarnos y a sus dos hijos de 6 años y un bebé (de 7 meses). Esto es un dolor muy grande. A esos asesinos se les metió el diablo, como es que sin preguntar abren fuego”, añadió el progenitor.
A este dolor se suma, ahora, la incertidumbre que pasan las familias que no entiende por qué se llevaron tan lejos los cuerpos de sus seres queridos.
Ante esto, Jácome Ropero se comprometió con los familiares para ayudar en aligerar los procedimientos con el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Cúcuta y gestionar el traslado hasta Ábrego, vía aérea.
Con llanto lo recuerdan
Heiner vivía con sus padres en la vereda Llanitos, cerca al sitio denominado como Corral Viejo. A las 3 de la tarde del sábado le dijo a su mamá Deyanira Ballesteros que por haber comprado una moto, iría a celebrar en el billar. A esa misma hora, un presentimiento la invadió.
“La mamá, desde la mañana tenía una rara sensación en el pecho y se lo confesó, le dijo que mejor no fuera. Pero, él solo le contestó que no iba a demorar y que regresaría por tarde a las 5:30 p.m.”, contó el papá.
Ese pálpito de madre se cumplió y hoy la familia Ortiz Ballesteros llora la horrorosa y repudiable muerte de Heiner.
“Siento un dolor muy grande, han arrancado un pedazo de mi alma, todavía recuerdo sus palabras al despedirse. Estoy muy destrozada”, expresó ella.
Los quebrantos de salud que padecen los padres de Heiner, para él eran siempre sus preocupaciones.