Eran las 3:00 de la tarde del lunes, cuando Pedro Ascanio agarró de las manos a sus nietos Yadira y Anderson Pérez Ascanio, de 15 y 10 años, respectivamente, y se aventaron a cruzar el río Pamplonita con el deseo de pasar de Venezuela hacia Colombia, pero no contaban que la ruta que escogieron es una de las más peligrosas de la frontera y terminaron ahogados.
La tragedia ocurrió a la altura del barrio San Gerardo, de Cúcuta, luego de que los integrantes de la familia tomaron una de las trochas que viene del sector Santa Rosa, del municipio venezolano Pedro María Ureña.
Los dos niños y su abuelo, de 65 años, venían hacia territorio colombiano con la intención de averiguar los costos para poder viajar a El Vigía (Venezuela), debido a que uno de los trayectos más fácil para llegar allá, es por Puerto Santander.
“Él me pidió permiso para que mi niña lo acompañara a esa diligencia y yo le dije que sí, lo que no sabía era que mi mujer le dejó traer al niño”, aseguró Juan Pérez, papá de los menores, quien estaba destrozado emocionalmente.
La tragedia
Hacia las 6:00 de la tarde, tres horas después de que el abuelo y sus nietos salieron de la casa, Juan Pérez llegó de trabajar a su residencia, ubicada en Santa Rosa, al otro lado de la frontera y de inmediato preguntó por sus pequeños y le dijeron que aún no habían regresado. Como ya iba a oscurecer, el hombre se preocupó y no dudó en salir a buscarlos.
El papá, angustiado, cruzó el río y llegó hasta la primera vivienda que hay en ese paso informal de la frontera y preguntó si habían visto a sus hijos y a su suegro, pero la respuesta fue que nunca pasaron por ahí.
La desesperación e incertidumbre comenzaron a acelerarle el corazón cuando alguien le contó que habían visto una joven tendida en el río y que estaba sin vida.
“Yo enseguida presentí lo peor. De inmediato me dije que era mi niña y corrí. Todo se me venía encima”, narró el angustiado hombre.
Cuando Juan llegó al punto donde le habían señalado, confirmó su presentimiento: ahí, entre el agua y unas piedras, encontró a su pequeña Yadira. Todo se convirtió en lágrimas, tristeza y resignación, mientras el adolorido padre tomaba a su hija en los brazos.
“Yo mismo la saqué del río. Traté de reanimarla, de hacer todo para que volviera a mí, pero ya era tarde. Su cuerpecito estaba tieso. Le limpie sus cachetes y la abracé”, narró entre lágrimas Pérez.
De inmediato las autoridades colombianas fueron alertadas del hecho y la Brigada Interinstitucional de Homicidios (Brinho) llegó a realizar el levantamiento del cadáver.
Por la oscuridad de la noche, nadie dio con el paradero del abuelo y el niño, sin embargo, ayer en la mañana, la familia inició la tarea de búsqueda y los hallaron.
Los encontraron cerca
“Nadie durmió. Solo de pensar en ellos no pudimos cerrar los ojos. Entonces apenas aclaró el día iniciamos por nuestra cuenta la búsqueda, pero arrancamos buscando más abajo de donde apareció la niña. Fue al rato que los bomberos llegaron y junto con otros familiares los encontraron a unos 200 metros antes”, contó un familiar.
Atrapado entre piedras quedó el pequeño Anderson Pérez, muy cerca también estaba su abuelo Pedro. Los gritos desesperantes de toda la familia no dieron espera.
Johana y Andrea Ascanio, dos de las hijas de Pedro Ascanio, se derrumbaron ante el dolor de perder a su papá y a sus sobrinos.
Los familiares intentaban tener consuelo entre ellos, pero el dolor que soportaban les arrancaba gritos y lágrimas.
Los dolientes, oriundos de Norte de Santander, aseguraron que aunque el afluente no está crecido, hay zonas que son utilizadas por las empresas que extraen arena del lugar y sin señalización alguna, dejan huecos enormes que desconocen quienes usan esos pasos informales de la frontera.
“Uno de nosotros se metió y con las manos arriba lo tapaba el agua. Son como pozos que se forman y sin saberlo se convierten en mortales trampas”, dijo otro de los familiares.
Esta tragedia embarga a esta humilde familia nortesantandereana que reside al otro lado de la frontera.