Las universidades de Antioquia están cada vez más vacías. En los últimos cinco años, el número de estudiantes matriculados en programas de educación superior en pregrado se redujo en 24.534, pasando de 307.740 en 2019 a 283.206 en 2023.
Este dato, incluido en el más reciente informe de calidad de vida de Antioquia Cómo Vamos, no es la única señal negativa. Además de los pregrados, los programas técnicos y tecnológicos también se han resentido, sufriendo una reducción de 28.116 estudiantes matriculados igualmente entre 2019 y 2023.
Según documentó ese informe, las razones de esa contracción son variadas y van desde las condiciones demográficas del departamento, que dan cuenta de una población que se está envejeciendo, hasta la persistencia de barreras en el tránsito del bachillerato a la universidad.
“Mientras que en el transcurso de 2019 se vincularon 95.395 estudiantes a algún programa de educación superior en pregrado, en 2023 esta cifra fue de 93.790, lo que representa una caída de 1,7%”, alertó el programa. “Las cifras son problemáticas porque los cupos de una cohorte que se dejan de utilizar son cupos que no se recuperan durante el resto de su trayectoria, lo que termina reflejándose en una disminución de la matrícula total en educación superior, así como de las tasas de cobertura”, añadió.
Lea aquí: De película: así fue como se cometió una masacre a las afueras de un colegio de Cúcuta
El secretario de Educación de Antioquia y exrector de la Universidad de Antioquia, Mauricio Alviar Ramírez, alerta que el departamento no es ajeno al fenómeno de transición demográfica que atraviesan otros lugares del mundo, que consiste en que la pirámide poblacional se está invirtiendo y las personas mayores son más que las jóvenes.
En Colombia las señales más elocuentes de esa situación emergieron durante la presentación de los resultados del último censo del Dane, en el que se evidenció como el crecimiento poblacional se estaba desacelerando en el país, incluyendo a Antioquia.
Indicadores como la tasa bruta de natalidad vienen retrocediendo progresivamente durante las últimas dos décadas. Por ejemplo, en Antioquia, esta pasó de 17,7 puntos en 2005 a 12,12 en 2023 y se proyecta que llegue a los 10,4 puntos en 2035.
En todas las nueve subregiones, la natalidad ha caído sin excepción durante ese periodo, siendo especialmente baja en el Valle de Aburrá con 7,3 puntos, el segundo valor más pequeño después del Suroeste, con 6,8.
“Esto se va a agudizar en los próximos años y se refleja en una disminución en las matrículas en el sistema educativo, particularmente en el ámbito de los pregrados”, apunta Alviar Ramírez.
Otro indicador que ilustra el fenómeno se sitúa en la educación básica y media, en las que la población escolar se ha reducido en 1,8% entre 2019 y 2023, pasando de 1.057.912 a 1.038.939.
Pero el tema está lejos de quedarse ahí.
La profesora Mónica Hernández Flórez, doctora en Economía y Política Pública de la Universidad de Michigan, quien se ha especializado en investigaciones sobre educación como docente de la Universidad Eafit, advierte que la reducción de las matrículas también está dando cuenta de una profunda transformación que se está abriendo camino en las aulas de clase.
Tenga en cuenta: Cúcuta concentró 62% de los delitos cometidos en Norte de Santander hasta agosto de 2024
“Desde hace tiempo venía la retórica de que los chicos ya no querían estudiar, que no les interesaba y se querían dedicar a otras cosas, como ser youtubers, pero eso se ha descartado. Hay una encuesta reciente que hizo Empresarios por la Educación, que consultó a una muestra grande de jóvenes y lo que se encontró no es que no quieran estudiar, por el contrario, un gran porcentaje dice que sí lo quiere hacer y entrar a programas que les den un diploma”.
Este año, la Fundación Empresarios por la Educación presentó los resultados de la Encuesta de Opinión en Educación, en la que una muestra de 3.820 jóvenes de una población representada de más de 10 millones dieron varias claves para medirle el pulso a la situación de las universidades.
Por ejemplo, al ser consultados sobre si consideraban la educación importante, el 79% así lo planeó, y el 83% consideró que la educación era muy útil. De igual forma, el 80% señaló tener dentro de sus aspiraciones llegar a la educación universitaria o de posgrado.
Con base en ese panorama, la profesora Hernández apunta que no es un asunto de desinterés, sino de un cambio en el tipo de educación que quieren y a la que pueden acceder.
En materia financiera, recuerda, un asunto de peso consiste en que gran parte de los jóvenes no tienen una manera distinta de ingresar a la educación superior diferente a la universidad pública, en donde los cupos siguen siendo insuficientes para absorber a todos los egresados de bachillerato.
Durante el gobierno de Juan Manuel Santos y el de Iván Duque, una alternativa que se abrió para muchos fue estudiar en universidades privadas por cuenta de los programas Ser Pilo Paga o Generación E, que tras el cambio de gobierno fueron reemplazados por el programa Matrícula Cero, que si bien ha impactado positivamente a los estudiantes de las universidades públicas, ha generado que los jóvenes que se quedan por fuera de las mismas ya no tengan abierta la puerta privada.
En la encuesta de empresarios por la Educación, el 60% de los encuestados ubicaron como la primera razón por la que era difícil alcanzar el nivel educativo deseado que sus recursos económicos eran insuficientes para mantenerse en la universidad.
Asimismo, el 36% de los jóvenes señaló tener la obligación de trabajar y otras responsabilidades además de estudiar, lo que también entraba en conflicto con sus aspiraciones académicas.
Sobre esta segunda parte, la profesor Hernández hace énfasis, ya que es una de las variables que está incidiendo en que los jóvenes no se matriculen en los programas de educación superior tradicionales, sino en otro tipo.
“Ahí hay un tema de si los programas de educación superior son un buen fit para todo el mundo. Ni la economía necesita que todo el mundo sea profesional, ni todos los jóvenes necesariamente tienen en la educación superior un buen fit”, plantea, señalando que lo que muestran los datos no es que los jóvenes no quieran estudiar, sino que los programas de educación superior no necesariamente se están adaptando a sus necesidades.
De esta manera, para muchos bachilleres que no tienen una red de apoyo económica que les permita estudiar sin angustias durante los cinco o más años que puede durar un pregrado, se están haciendo más atractivos los cursos de corta duración que los forman en habilidades especificas que está demandando el mundo laboral y que les permiten no solamente emplearse más rápido, sino trabajar y estudiar al mismo tiempo.
“Para algunos jóvenes un programa largo, de cinco años o de dos o tres años como una técnica o una tecnología, no necesariamente será un buen fit por muchas circunstancias. Esto está ocurriendo principalmente en los jóvenes de los estratos 1, 2 y 3, y allí está cobrando importancia la educación no formal o los programas de formación para el trabajo, que son más cortos y dan certificaciones”, plantea.
No se lo pierda: Nuevos horarios para la rumba en el sector de Natilán, en Atalaya, son temporales
En esta lectura concuerda el secretario de Educación Alviar, señalando que en las universidades ya se ha detectado que la generación de jóvenes que hoy está en sus aulas está demandado una educación de más corta duración.
“Las universidades por lo general siguen ofreciendo programas de larga duración, es decir, de cinco años, y todo parece indicar que los jóvenes no prefieren una formación de larga duración, sino ciclos más cortos. Esa es otra razón que los puede desestimular a presentarse y estudiar pregrados”, dice, coincidiendo en que para muchos jóvenes ya hay programas que no ven pertinentes, ya que hay muchas carreras que no encajan con los requerimientos del mercado y muchos perfiles de empleo no se corresponden con lo que ofrece la academia.
Según señala el secretario, otro indicador que refuerza que no solo se trata de un mero asunto demográfico es que la tasa de tránsito inmediato de la educación media a la superior está aproximadamente en un 28%; es decir, que de cada 100 jóvenes que se gradúan del colegio, solamente 28 están logrando entrar de inmediato a la universidad.
Alviar explica que en el plan de desarrollo una de las metas principales es precisamente subir esa tasa de tránsito de un 28% a por lo menos un 40%, en una estrategia que contempla proyectos como fortalecer la calidad educativa dándole oportunidades a los docentes de formarse en campos como la Inteligencia Artificial y ciencias básicas, así como otro proyecto para mejorar la educación media que ya arrancó en el Oriente y Urabá, buscando que los estudiantes puedan tener un mejor desempeño en las pruebas saber 11 y así tener más facilidades para acceder a la universidad.
Por su parte, Hernández concluye que las universidades también deben seguir en su adaptación a las exigencias de las nuevas generaciones.
*Con información de El Colombiano
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion