Apenas se sabía de otra noticia distópica en Argentina, se oía el chiste de que era un país en vías de subdesarrollo. La imagen de nueva Italia, donde los barcos con carne y trigo salían de los frigoríficos y silos de Buenos Aires hoy convertidos en restaurantes, hacia Génova para regresar cargados de mármol, tractores y migrantes europeos, paulatinamente se tornó en la de país en crisis permanente.
Los aires de grandeza envidiados en los trópicos americanos, son hoy parálisis política y económica. Los avances sociales que llegaron a conmover los cimientos de las democracias continentales, pues se daban en un contexto de autoritarismo, hoy son retroceso, descontento, desajuste económico y desesperanza política. El país donde gobernaban las mujeres, así fuera por efecto de su viudez, cae y recae en escándalos de corrupción pública, el último de ellos por mil millones de dólares aparentemente en manos de una expresidenta hoy vicepresidenta, la señora Kirchner. Su marido también gozaba de un puesto prominente en la lista de venalidades gauchas.
Han retrocedido la equidad y la educación. El índice de Gini donde 1 es desigualdad absoluta y 0 igualdad total, está hoy en 0.42, el mismo de hace 50 años. Más del 40% de los argentinos estará bajo la línea de pobreza al finalizar 2023, es decir, habrá más argentinos que colombianos pobres. En medio de la negociación número 24 con el FMI, la inflación del año pasado bordeó el ciento por ciento; si bien nos aterra, para un argentino de cincuenta años es un nivel ya conocido y capoteado varias veces.
Las reservas internacionales se desvanecieron en una mezcla perniciosa de irresponsabilidad fiscal, corrupción cambiaria y mala tradición crediticia. Los últimos vencimientos de la deuda por dos mil setecientos millones de dólares tuvieron que ser atendidos de afán con oro, créditos de China en yuanes, de Qatar y el BID en dólares. Fue un pago acrobático según Le Monde. Argentina ya no figura entre los cinco de Latam mejor evaluados en educación por la Unesco ni por las pruebas Pisa. Colombia sí.
¿Cómo puede una nación educada, rica en alimentos y energía, con democracia hace cuarenta años, retroceder de esa manera?
Las elecciones del 22 de octubre serán para escoger presidente, vicepresidente y congresistas. La actual fórmula no aspira a la reelección. El presidente Fernández pasa a la historia como primer mandatario de segunda a la sombra de una Cristina Kirchner, actual vicepresidenta, en libertad condicional por el proceso penal de corrupción que afronta.
Acostumbrados al populismo político, los ciudadanos están, sin embargo, llenos de incertidumbre y bastante polarizados. Se ha perdido la brújula para encontrar los puntos cardinales de los líderes. Desde hace 77 años el peronismo ha sido la derecha autoritaria. Emulaba con Franco, patrocinaba a Rojas Pinilla y refugiaba nazis. Ahora aparece en la izquierda rodeando a Lula, López Obrador, Zapatero, Evo y sucesores. Dice tener afinidad con Petro y Boric. Y son tildados de derecha los liberales progresistas históricos como Raúl Alfonsín, recuperador de la democracia, gran ejecutor del progreso económico argentino y paladín de los tratados de paz con Chile y de constitución de Mercosur.
Según Ernesto Laclau, experto argentino en populismo, cuando éste alcanza el gobierno la democracia comienza a resultarle incómoda. Los populistas empiezan a predicar la relación directa con el pueblo, limitan la libertad de prensa, se valen de las redes sociales para difundir masivos mensajes emocionales y trinos que sustituyen el debate de ideas, se declaran superiores jerárquicos de jueces y fiscales, y empiezan a echarles flores a los militares. Viene luego la corrupción partidista y familiar en el círculo cercano al líder y crece la táctica de disfrazarla como progresismo.
Es posible que no estemos caminando hacia Venezuela. Pero tenemos asomos de ese populismo que se tragó a la próspera Argentina.