Como a los hombres que fuerzan a sus parejas a tener sexo, o a los que atan cuidadosamente a sus víctimas para no dejar marcas durante la violación, así son los políticos corruptos en Colombia. Claro que hay un sistema, hay un montón de normas y personas dedicadas a aplicarlas, pero la realidad es que el problema es tan grande que la única condena que podría generar cambios nunca llega: Y es la condena de la sociedad.
Me refiero a la condena del reproche, el rechazo, a funarlos hasta el final. Pero eso no sucede. Así como los que se dedican a atacar sistemáticamente a personas en redes sociales y destruir sus círculos familiares y laborales, les llegan condenas de los juzgados, pero insisten en dañar y las audiencias lo permiten: Escuchan, replican, comentan. Todo esto es parte de nuestro problema como sociedad.
El historiador israelí Yuval Noah Harari escribió hace casi trece años ‘Sapiens: De animales a dioses’ un ensayo en el que la gran revelación (sorry por el spoiler si aún no lo han leído) es que los sapiens somos la única especie capaz de cooperar de formas muy flexibles con un número incontable de extraños; y que esa capacidad es la razón por la cual nuestra especie se ha posicionado como la dominante frente a otras especies.
Coincido: Los seres humanos somos capaces de cooperar con un montón de extraños para llevar a cabo nuestras actividades de la vida cotidiana. Tomamos un taxi para ir de un punto A al B porque ese taxi tiene un conductor debidamente inscrito en una empresa que goza de cierto reconocimiento y nos sentimos seguros de que no nos va a pasar nada malo. Y así podríamos pensar otros miles de cosas: Comemos el queso que alguien produjo, el pan que alguien horneó y así hacia el infinito.
Pero también hemos cooperado con extraños que han dañado profundamente nuestra ciudad. Hemos creído una y otra vez en personas que ‘esta vez sí’ harán las obras que requiere nuestra tierra, seguimos dándoles oportunidades a los que no han desperdiciado ni una cuando de robar se trata, y así vamos por la vida, culpándolos de la falta de competitividad de la región, del aumento de habitantes de calle en los barrios, la mala atención en salud o la cantidad de huecos en las vías, cuando hemos sido nosotros los infinitamente dispuestos a cooperar con ellos por razones emocionales y superficiales.
Elegimos un alcalde por lástima y no concebimos como una posibilidad real votar por el mejor, sino que votamos por el ‘menos peor’. Y ellos tampoco (al menos a nivel regional) han sabido hackear el sistema: En la Costa los Char se han enriquecido a manos llenas, pero saben que si hacen una obra tendrán el billete y el amor del pueblo a la vez. Van haciendo obra tras obra y desbloqueando recursos como niveles en un videojuego, y aumentan cada vez más su poder.
No intento hacer aquí un manual en favor de la corrupción, pero sí hacer entender algo muy sencillo, y es que entre mejor lo hagan, más tiempo se quedarán, por más que sea evidente que hayan robado. Nunca los condenarán, pero aquí no lo han entendido y por eso hacen una décima parte de la carretera en un mandato, en lugar de hacer toda la vía completa e ir por un túnel o un estadio nuevos.
Lo que sí sé es que mientras ellos sigan haciendo micro obras y levantando el pecho por entregar un parque o una cancha, nuestra región estará cada vez más atrasada y sin posibilidades de atraer inversión. Sin inversión, sin empresarios que paguen impuestos y sin ciudadanos que gasten dinero, no tendrán nada que robar.
Lo digo porque ya es justo que al menos por razones mezquinas Cúcuta empiece a tener las obras y proyectos que necesita. Atrévanse: Nunca los van a condenar.