Tony Fadell es un mito de la innovación y comparte en ‘Crea’, una guía poco ortodoxa para hacer cosas que marquen la diferencia’ su experiencia y su aprendizaje en algunas de las más destacadas compañías de los últimos treinta años, como Apple, Nest y Google, en el desarrollo de productos tecnológicos.
En este libro, estructurado como una enciclopedia, recoge todo lo que ha aprendido: lecciones sobre liderazgo, innovación, pensamiento disruptivo, emprendimiento, éxito y fracaso, combinadas con historias personales de su carrera y de su trabajo con figuras de la talla de Steve Jobs o Larry Page.
Un relato en primera persona de una época crucial, un retrato íntimo de algunos de los líderes más destacados de los últimos treinta años. Un legado para los genios del mañana. Lea aquí en primicia un fragmento de ‘Crea’, del sello Conecta, de la casa editorial Penguin Random House.
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Cómo detectar una gran idea
Toda gran idea incluye tres elementos:
1. Resuelve el «por qué». Mucho antes de que descubras qué hará un producto, debes entender por qué lo querrán. El «por qué» impulsa el «qué». (Véase también el capítulo 3.2, «Por qué contar historias»).
2. Resuelve un problema que tienen muchas personas en su vida diaria.
3. Te sigue a todas partes. Incluso después de investigar, informarte, ponerla a prueba y darte cuenta de lo difícil que será hacerlo bien, no puedes dejar de pensar en ello.
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Antes de comprometerte a ejecutar una idea —fundar una empresa o lanzar un nuevo producto—, debes comprometerte a investigarla y ponerla a prueba. Practicar la intuición tardía. Es una frase acuñada por el brillante economista y psicólogo Daniel Kahneman, ganador del Premio Nobel, para describir la sencilla idea de que para tomar mejores decisiones es necesario reducir la velocidad.
Cuanto más sorprendente parece una idea —cuanto más te tira de las entrañas y no te deja ver todo lo demás—, más tiempo debes esperar, crear un prototipo y reunir la mayor cantidad de información posible antes de comprometerte. Si esta idea va a consumirte años de vida, deberías tomarte al menos unos meses para investigarla, desarrollar (suficientes) planes detallados de desarrollo de productos y negocios, y ver si sigues entusiasmado con ella. Ver si te persigue.
Y ten en cuenta que no todas las decisiones llegan a este nivel. La mayoría de las decisiones cotidianas pueden y deben tomarse rápidamente, sobre todo si estás repitiendo algo que ya existe.
Deberías tomarte tu tiempo, considerar tus opciones y asegurarte de que piensas en los pasos siguientes, pero no todas las ideas tienen que perseguirte durante un mes. Las mejores ideas son analgésicos, no vitaminas. Las pastillas de vitaminas son buenas, pero no son esenciales. Puedes saltarte tu vitamina de la mañana, un día, un mes, toda la vida, y no notar la diferencia. Pero si olvidas un analgésico, lo notarás enseguida.
Los analgésicos eliminan algo que te molesta constantemente. Una irritación habitual de la que no puedes deshacerte. Y el mejor dolor, por así decirlo, es el que experimentas en tu vida. La mayoría de las empresas las crean personas que se sienten tan frustradas con algo en su experiencia diaria que empiezan a investigar y a intentar encontrar una solución.
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No todas las ideas de productos deben tener su origen en tu vida, pero el «por qué» siempre debe ser nítido y fácil de articular. Tienes que ser capaz de explicar de manera fácil, clara y convincente por qué van a necesitarlo. Es la única manera de entender qué características debería tener, si el momento es el adecuado y si el mercado será muy reducido o enorme.
En cuanto tienes un «por qué» fuerte, tienes la semilla de una gran idea. Pero no puedes construir un negocio sobre una semilla. Primero tienes que descubrir si esa idea es lo bastante fuerte como para cargar con una empresa. Tienes que elaborar un plan de negocios e implementación.
Y tienes que entender si es algo en lo que quieres trabajar durante los siguientes cinco a diez años de tu vida.
La única forma de saberlo es ver si te perseguirá. Y el proceso de persecución siempre es el mismo:
• Al principio te quedas pasmado por lo genial que es esa idea. ¿Cómo no se le había ocurrido a nadie?
• Después empiezas a investigarlo. Y, ah, vale, lo habían pensado. Lo intentaron y fracasaron. O quizá de verdad has dado con algo que nadie había hecho antes. Y la razón es ese obstáculo imposible que no hay forma de sortear. Empiezas a entender lo difícil que sería hacerlo, porque hay muchas cosas que no sabes.
Así que lo dejas de lado.
• Pero no puedes quitártelo de la cabeza. Así que lo investigas aquí y allá. Empiezas a dibujar, codificar o escribir, y haces pequeños prototipos de lo que podría ser. Se te caen constantemente de la bolsa dibujos en servilletas de papel. Tienes el portátil repleto de ideas sobre características, ventas, marketing y modelos de negocio. Piensas que quizá los que pusieron a prueba esta idea antes la enfocaron mal. O quizá el obstáculo que los detenía se puede resolver ahora con una nueva tecnología.
Quizá ha llegado por fin el momento.
• Aquí es cuando empieza a ser más real para ti. Así que decides investigar y profundizar para tomar una decisión verdaderamente informada. Tienes que descubrir si debes seguir esta idea o no.
• Un día te das cuenta de que hay una forma de sortear ese obstáculo imposible. Estás entusiasmado. Hasta que ves el siguiente gran obstáculo en tu camino. Mierda. No va a funcionar. Pero sigues investigando, haciendo pruebas y recibiendo consejos de expertos y amigos, y al final te das cuenta de que quizá también haya una forma de sortearlo.
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• Empiezan a preguntarte por tu proyecto: ¿Cuándo vas a empezar? ¿Puedo unirme? ¿Tienes algún padrino inversor? Todo obstáculo se convierte en una oportunidad, todo problema te empuja a buscar una nueva solución y toda solución hace que la idea te entusiasme aún más.
• Aunque todavía hay un millón de incógnitas, ya no son incógnitas desconocidas. Entiendes el espacio. Ves en qué podría convertirse el negocio. Y tus investigaciones y las barreras que has superado empiezan a darte impulso. Sientes que todo adquiere forma. Sientes que es la decisión correcta. Así que aprietas los puños y te comprometes.
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