Un puñado de campesinos utilizando la sabiduría popular y aprovechando el abundante recurso hídrico emprendió la construcción de estanques con el propósito de criar cachamas, mojarras y bocachicos para mejorar la nutrición en el interior de los hogares.
Los labriegos, agobiados por los oleajes de la violencia, encontraron una alternativa pecuaria para mejorar las condiciones de vida y apartarse de los cultivos ilícitos que tanto dolor de cabeza han generado a los agricultores.
En los espejos de agua al borde del valle de El Tarra se reflejan las buenas intenciones de Víctor Julio Guerrero, pionero de la idea de criar alevinos para aclimatar la convivencia pacífica de los pueblos. Habitantes de la vereda Motilandia siguieron los consejos y comenzaron a transformar las parcelas hacia ese renglón de la economía.
Actualmente, la Asociación de Piscicultores de El Tarra, Asopistar, agrupa a 100 familias campesinas dedicadas a la siembra, procesamiento y comercialización de pescado en la provincia de Ocaña y zona del Catatumbo.
“Ha sido un paso trascendental y el objetivo es conquistar mercados regionales, nacionales e incluso internacionales”, afirmó el presidente Prudencio Claro.