En medio de esa euforia que provoca el fútbol, hay 15 hermosas jóvenes que se encargan de ponerle un toque encantador y sensual al festejo de los hinchas, ellas son las porristas.
Desde julio de 2022, cuando el ‘Coloso de Lleras’ reabrió sus puertas para la segunda división del futbol profesional colombiano, vistiéndose nuevamente con los colores rojo y negro, tras dos años de problemas administrativos y financieros del ‘Doblemente Glorioso’, el espectáculo de esas bellas mujeres volvió a su papel protagónico.
Sin importar las ocupaciones que tengan, estas jóvenes buscan tres horas libres, entre martes y jueves, para ensayar sus coreografías con sensuales bailes, que luego muestran en el entretiempo de cada uno de los juegos que tiene el once motilón como local.
Su capitana, Vanesa Ascanio, mide que cada paso de las chicas sea coordinado, elegante y con mucha sensualidad, para divertir a quienes asisten al General Santander.
Este grupo de jóvenes, que sus edades están entre los 18 y 27 años, tiene todo calculado en cada una de sus presentaciones, pues saben que el maquillaje debe ser acorde con los colores del vestuario: la camiseta rojinegra, falda y medias negras. A esto se le suma, cómo deben de ir peinadas.
Y aunque siempre lucen sexys, ellas aseguran que sus presentaciones son pensadas para el disfrute de muchas familias que asisten con sus hijos al estadio y no solo para despertar sentimientos en los hombres ni comentarios entre las mujeres.
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Las presentaciones en la cancha
Cuando llega el día de la presentación, la tensión y el nerviosismo se apoderan de ellas, porque saben que deben destacarse, cautivar con su baile y divertir a los miles de asistentes en el estadio.
Faltando 15 minutos, la adrenalina empieza a ser protagonista, el corazón les late más fuerte de lo normal y la ansiedad comienza a fluir. Con el maquillaje impecable, brillando y resaltando las facciones de su rostro, se ajustan la balaca sobre su cabello, toman sus guantes blancos y la bandera rojinegra del equipo, corre hacia la zona de camerinos, donde se ubican los jugadores, para acompañarlos en el recorrido hasta el centro de la cancha.
Antes de iniciar el encuentro deportivo, ellas se ubican sobre la línea blanca que está frente al banquillo de suplentes, siguiendo el protocolo. Desde ahí también entonan los himnos, con la bandera roja y negra, apoyada en sus cinturas.
Terminando el acto, se desplazan al frente de la tribuna occidental para disfrutar del partido. Sentadas en primera fila, se unen al cántico “Vamos, vamos glorioso”, y guiándose por el ritmo de los tambores que suenan en las graderías, se conectan a los miles de hinchas, con la energía que se desborda desde la tribuna sur.
Desde allí sienten la euforia del momento y cuando llega el gol, gritan con emoción, se abrazan y ondean con felicidad las banderas de su equipo.
Cuando el árbitro pita el final del primer tiempo, es la señal para que ellas salgan a mostrar sus coreografías.
Ya en la mitad de la cancha, frente a miles de asistentes al General Santander, son acompañadas por ‘Doña Pepa’ y ‘El Indio’, las mascotas del cuadro motilón, quienes se unen al ritmo del pop, hip-hop y reguetón.
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Aquí, la perfección es prioridad, por eso la coordinación de sus manos, pies y expresión facial, es la mayor presión que tienen para salir impecables.
Al finalizar las canciones que se integran con sus coreografías, ellas saben que ya es hora de volver al frente de la gradería occidental a esperar que arranque el segundo tiempo.
Qué hay detrás de las jóvenes
El ser animadoras, no implica que se dediquen totalmente a ensayar y preparar la próxima presentación, y menos si no hay alguna remuneración económica.
La mayoría de estas jóvenes son estudiantes y algunas mamás, lo que hace la rutina más compleja. Vanesa Ascanio, la capitana, de 22 años, es mamá, bailarina, recreacionista de eventos, estilista y estudiante, desempeña un papel multifacético con la responsabilidad de responder a todas sus obligaciones.
“El estar acá no es el simple hecho de salir a bailar y ya, nadie ve lo que hay detrás de las niñas en su preparación durante la semana”, afirmó la joven.
Para hacer parte de este grupo de mujeres, cada tres meses abren convocatorias, donde Vanesa y la directora, Milena Carreño, buscan la mejor actitud y no solo una cara bonita, pues las candidatas deben tener las ganas de bailar y disfrutar del espectáculo con su personalidad arrolladora.
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A pesar de estar expuestas a los gritos que lanzan desde la tribuna, que se confunden con los ‘chiflidos’, el “mamacita” o “linda”, que ya es costumbre para ellas y a lo que no le prestan atención, solo sonríen.
Las jóvenes saben que estar en este espacio es para divertirse, disfrutar y salir de la rutina de su día a día, por eso, para este año quisieron mostrar unas coreografías que puedan disfrutar las familia que asisten al estadio, además, los uniformes han cambiado, buscando comodidad y que sean más reservados, para verse como un ejemplo a seguir en las niñas, logrando que digan “algún día quiero estar ahí y ser como ellas”.
Un pasatiempo
Yulieth Ortiz, la más antigua de las porristas que está desde 2014, a sus 23 años, dedica la mañana a las labores del hogar, para ir sin presión en la tarde a los ensayos, acompañada de su hijo de dos años.
Luz Tamayo, de 26 años, estudia auxiliar en veterinaria y en las porristas del equipo motilón encontró más que un espacio para bailar, una forma de vencer sus miedos.
“Desde que yo entré (porrismo), me ha ayudado demasiado, he crecido tanto en lo personal como en lo profesional. El estar frente a tanta hinchada me ha ayudado demasiado. Ahora soy más fluida, no le temo al escenario”, afirmó la joven porrista.
Su objetivo es que algún día vean este ejercicio como una actividad de recreación y no sentirse como un objeto de distracción o burlas, mejor que sea un momento para disfrutar en familia.
Hosmerling González, de 21 años, desde hace 12 meses, divide sus días entre estudiar dos carreras universitarias y asistir a los ensayos del grupo de porristas rojinegras, lo que siempre fue un sueño.
“Desde pequeña, yo pertenecía a un grupo de porristas y desde ahí me visualizaba en el grupo de porristas del Cúcuta Deportivo. Además, es el quipo de mi ciudad y debo apoyar a mi equipo del alma”, comentó la joven.
El patrocinio
Este grupo de porristas animan los encuentros locales del Cúcuta Deportivo, sin importar el tiempo que les requiera y sin recibir algún rubro económico. Todo lo hacen de corazón y porque les gusta.
Años atrás tenían un patrocinador que corría con todo lo que las chicas necesitaran, pero con el tiempo esto cambió y no volvieron a recibir nada. Sin embargo, este año la marca que apoya al equipo motilón decidió ayudarlas con el uniforme.
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Las jóvenes buscan que la Alcaldía de Cúcuta y el Instituto Municipal de Recreación y Deporte (IMRD) defiendan su proceso para fortalecer esta práctica como un deporte, facilitando espacios con preparadores físicos y entrenadores de baile, con el propósito de lucir cada día mejor como la imagen femenina que apoya al equipo rojinegro.
Redacción por Yuly Albarracin/ Practicante de periodismo
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