En medio del sonido de los carros que se detienen en el semáforo, casi finalizando el trajín de una jornada más de trabajo, un niño grita para llamar la atención de los conductores a quienes les ofrece chupetas, imitando el tono y la jocosidad con la que su papá vende este producto al otro extremo de la calle.
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El carisma que transmite el menor de siete años, paralelamente con la necesidad que también es evidente, hacen que rápidamente agote las colombinas que lleva en su mano, porque en solo cinco minutos logró reunir $4.000 que le servirán para llevar la cena de esa noche a su casa.
La satisfacción es notoria en este niño que, además, se siente orgulloso de ayudarle a su padre a conseguir dinero de manera honrada.
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“Yo salgo a trabajar con gusto y mucha gente nos ayuda. A veces hasta me regalan más dinero de lo que valen las chupetas y ni siquiera se las llevan”, explica el menor que debió sacrificar el juego y el estudio por asumir una responsabilidad de los adultos.
En otro punto del semáforo la escena es de una mamá adolescente que se encuentra junto con sus tres hijos, también menores de edad.
Entre piruetas y maniobras ella trata de reunir, al menos, 20.000 pesos diarios con el fin de poder tener lo necesario para darles a sus hijos.
Su hija mayor se entretiene rayando las hojas de un cuaderno y tratando de aprender lo poco que le enseña su mamá entre la calle, el dinero y el arte.
Además, tiene que estar pendiente de sus hermanas, una de ellas de tan solo unos meses de nacida.
Las calles de Cúcuta son escenario de esta problemática social que persiste en el país, generada por factores como la pobreza, el desempleo y la desigualdad.
En cifras
Los últimos índices y las conclusiones basadas en datos de 2022 del Ministerio de Trabajo, arrojan que la tasa del trabajo infantil fue del 3,4%, lo que equivale a 369.383 niñas, niños y adolescentes directamente afectados por esta situación en el país.
En las zonas urbanas se concentra el 44% de los casos, lo cual representa 163.844 niños en esa condición, mientras que en el sector rural la tasa general de trabajo infantil es del 7,1%, lo que implica que 205.538 niñas, niños y adolescentes están ejerciendo labores que entorpecen sus estudios y la cotidianidad en su etapa de niñez.
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Otra variable es el trabajo doméstico no remunerado de niños y adolescentes entre 5 y 17 años en sus hogares durante 15 horas o más.
En el último trimestre de 2022, la tasa de trabajo doméstico no remunerado se situó en el 7,6%, equivalente a 810.988 niños en esta situación.
La tasa de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado fue del 9,2%, con 985.805 involucrados.
Según se conoció, el Ministerio del Trabajo vigila y controla a las empresas que tengan en sus nóminas a niños y adolescentes laborando.
Entre los procesos que se adelantan para el restablecimiento de los derechos de esta población en Norte de Santander, hay al menos cinco casos en Cúcuta y Villa del Rosario.
Sin embargo, la informalidad sigue siendo la mayor brecha para las autoridades, por lo que la Gobernación de Norte de Santander, así como la Alcaldía de Cúcuta, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y la Policía, adelantan constantemente jornadas de prevención y de detección de menores trabajando en las calles para contrarrestar estos casos.
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