El fallecido Hugo Chávez sentó las bases para que no derrocaran a su sucesor, Nicolás Maduro. O por lo menos para que fuera difícil hacerlo, como pinta el escenario actual tras los resultados declarados fraudulentos del pasado domingo 28 de julio en los que Maduro se atornilla al poder. Conforme pasan los días, las gestiones diplomáticas y las masivas movilizaciones no parecen del todo suficientes y surge el interrogante: ¿es viable el escenario en que las fuerzas armadas, por lo menos algunos mandos medios, intenten traicionar al chavismo?
La oposición también se lo pregunta y este lunes, de hecho, Edmundo González ratificó su victoria y envió un mensaje directo a las fuerzas armadas: “los llamamos a impedir las acciones de grupos organizados por la cúpula madurista, una combinación de escuadrones militares y policiales y grupos armados al margen del Estado, que golpean, torturan y también asesinan, al amparo del poder maligno que representan”, dice el comunicado, que también firma María Corina Machado y termina con un pedido explícito: “ustedes pueden y deben parar esas acciones de inmediato.
Les urgimos a impedir el desenfreno del régimen contra el pueblo y a respetar, y a hacer respetar, los resultados de las elecciones del 28 de julio. Maduro ha dado un golpe de Estado que contraría todo el orden constitucional y los quiere hacer sus cómplices”.
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El prestigioso diario The New York Times publicó en las últimas horas un reportaje revelando algunos detalles sobre lo que está sucediendo con los militares. Hay indicios de que a Maduro y su círculo más cercano le preocupa una rebelión en masa y estarían haciendo todo lo posible para evitarlo. Para comprender la magnitud, son clave algunos datos de contexto: el régimen chavista aplicó a la perfección el concepto de la ciencia política denominado “blindaje contra golpes de Estado”.
En la práctica, según cuenta el diario estadounidense, Chávez y luego Maduro, crearon y fortalecieron una red de agencias militares, policiales y de inteligencia en las que Rusia y Cuba juegan un rol importante a nivel armamentístico y humano. Entre ellos mismos aplican estrategias de contrainteligencia, pero además depositan su confianza en distintos tipos de mandos.
Las fuerzas armadas venezolana contaba en 2020 con 343,000 integrantes, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), pero tienen una “milicia nacional” formada por simpatizantes chavistas que pueden ser requeridos en casos de emergencia. Además, cuentan con los llamados “colectivos chavistas”, que son grupos criminales que atacan a manifestantes y reciben, según varias denuncias, armas del régimen. Con ese panorma, ¿qué tiene que pasar para que traicionen a Maduro y negocien una salida distinta?
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Para la profesora colombo-venezolana, Nastassja Rojas, sería difícil pero no imposible: “Tanto el oficialismo como la oposición tienen claro que allí es donde puede estar un factor que evolucione en una transición”. Pero el costo es alto.
Se constató con expertos e información pública y el poder desbordado que tienen los militares puede llegar a ser un arma de doble filo. Venezuela es un régimen militar liderado por un civil, pero las fuerzas armadas controlan empresas de minería, petróleo y distribución de alimentos y 12 de 34 ministerios. Maduro heredó de Chávez—quien fue teniente coronel— una estructura de Gobierno en la que los militares son premiados, sobornados y duramente castigados, cuando intentan romper con el oficialismo.
Varios de los miembros de la cúpula militar están sancionados por Estados Unidos y acusados de delitos como corrupción, narcotráfico y apoyo a grupos ilegales como las guerrillas colombianas y bandas delincuenciales amparadas por el régimen venezolano. Todo esto denunciado por años también por la oposición.
Sin embargo, por ese mismo poder acumulado, una salida negociada en las que se les aplique una amnistía, como ha ocurrido en otros casos del hemisferio, podría ser una alternativa atractiva.
Este diario habló con Manuel Camilo González, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, quien explica que Maduro “ha perdido la movilización de la gente y legitimidad. ¿Qué le queda? El componente militar. (...) A nivel de mandos medios y bajos, quienes implementan la represión ordenada por sus jefes, podría haber oficiales que se muestren reacios y esto podría conducir una presión en cadena si existen estímulos de algunos países”.
Frente a ese escenario, lo más reciente es que los presidentes Lula Da Silva (Brasil), Andrés Manuel López Obrador (México) y Gustavo Petro (Colombia), estarían buscando reunirse con Maduro para convencerlo de que las actas oficiales de las elecciones sean sometidas a veedurías internacionales.
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Medios estadounidenses han señalado, citando a fuentes confiables de alto Gobierno, que Lula Da Silva avanza al mismo tiempo en otra estrategia con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que incluye a los militares: ofrecerle amnistía a Maduro, a su círculo más cercano, y a los altos mandos de las fuerzas armadas, para que dejen el poder no en este momento, sino en enero de 2025, justo cuando se termina el periodo presidencial de Maduro a pocos días de que termine el de Biden.
Si eso llega a ocurrir, sería negociar impunidad a cambio de que el chavismo abandone el poder con sus fortunas malhabidas en los bolsillos. Mientras tanto, decenas de militares protegen la que podría ser la última estatua de Hugo Chávez en Venezuela, en el Estado de Nueva Esparta, tras las movilizaciones que dejaron la destrucción de otros símbolos del régimen. En la placa de esa estatua, con un Chávez sin pelo y con el puño en alto, hay una placa en la que se lee: “¡Patria, socialismo y vida!”, que es el lema de los militares y podría reescribirse si la historia así lo decide. O ellos mismos.
¿Qué dice la historia sobre los militares?
El reportaje de The New York Times sobre los militares venezolanos cita un estudio de la politóloga Erica Chenoweth de la Universidad de Harvard que muestra que a lo largo de las décadas recientes, “57% de las campañas de resistencia no violenta alrededor del mundo han llevado a la democracia, mientras que las campañas violentas han llevado a la democracia en menos del 6 por ciento de los casos”.
Los militares, en esos casos, juegan un papel fundamental, para bien o para mal.
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