Cúcuta ha sido tratada como un cero a la izquierda por los gobiernos nacionales, con la indiferencia de las autoridades locales y regionales, cuando no con su franca complicidad. Sin mencionar los parlamentarios, que siempre son gobiernistas, la ciudad y la región solo son caudas electorales.
El gobierno Santos mostró una indiferencia casi displicente en 2015 ante el cierre de la frontera y el inicio de la inmigración masiva. En una reunión con el ministro, Luis Eduardo Garzón, éste preguntó en cuanto estimábamos que iban a ser los migrantes. Le dijimos que iban más de diez mil pero que en lo que había que concentrarse era en la futura diáspora que iban a ser tal vez millones. A eso, el entonces ministro Garzón respondió que ellos solo venían a repartir almuerzos para los inmigrantes de esa semana y no a solucionar los problemas de la frontera. Venían ministros a repartir almuerzos: buena inversión. Y aquí callados.
Después la tal paz de Santos, que no existió, les entregó el Catatumbo a las guerrillas y sus socios venezolanos, debido a la nueva amistad entre Santos y Maduro y adicionó la creación de las “guardias campesinas e indígenas”. ¿El gobierno nacional consultó a los municipios fronterizos? ¿Alguien en la Gobernación o las Alcaldías exigió opinar? No. Seguimos en nuestra actitud servil de recibir como corregidores a cualquier burócrata capitalino y no sabemos confrontarlos, lo cuál hace que en el gobierno nacional Cúcuta solo sea una “zona aislada”.
El gobierno Duque abrió la frontera a la diáspora venezolana sin ningún control, permitiendo la alteración de la paz social que ello conllevó. En todos los países la inmigración es controlada. Los inmigrantes se pasan a campamentos de refugiados, que debería pagar Naciones Unidas, por ejemplo, y allí se revisa el carácter del migrante y se le establece su aceptación y legalización, o rechazo. Las fronteras no se regalan. ¿Consultó el gobierno nacional a los municipios metropolitanos y otros fronterizos sobre esto? Es su potestad dicen nuestros funcionarios y juristas procentralistas. ¿Exigieron algo nuestros funcionarios regionales o locales, o solo se sentían felices de acompañar a los ministros a esa “zona aislada” de La Parada?
Y llegó Petro y se convirtió no solo en el nuevo mejor amigo de Maduro, sino en su defensor de oficio, y su narcopaz declaró el “cese al fuego” unilateral del estado y caguanizó el Catatumbo y la frontera. ¿Algún funcionario regional o local ha exigido respeto a la población fronteriza o ha exigido al presidente o a su magistrado mamerto ahora convertido en ministro de defensa, acciones concretas de seguridad? ¿O simplemente reciben al ministro de defensa y sus viceministros como sus corregidores y se toman fotos con ellos? ¿Aún peor, hay algún candidato a la gobernación o alcaldías metropolitanas que haya manifestado que va a cambiar su posición servil con el gobierno nacional o que va a exigir acciones concretas de seguridad? ¿Autoridades, entidades gremiales u organizaciones de la sociedad civil fronteriza se han pronunciado contra la indignante posición del Comisionado de Paz Camilo Rueda de declarar un “acto de responsabilidad” que los terroristas se adjudiquen sus ataques?
Como dijo Martin Luther King, "lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos". Para el actual gobierno nacional solo existimos por el Catatumbo o como dijo Petro de candidato, somos una ciudad paramilitar, sin encontrar resistencia de nuestra clase política, empresarial o sociedad civil. Ese silencio cómplice refuerza la posición centralista displicente. Y cada día estamos más cercados por los violentos, más desprotegidos y el gobierno nacional tiene menos interés en el desarrollo de la zona aislada, lo que sumado a la ineptitud y la política como “negocio” de nuestra clase política y a la indiferencia ciudadana ya nos tiene viviendo en zona “peligrosa” para los turistas gringos.
¿Seguiremos así o votaremos por alguien que no quiera corregidores sino defender su tierra? Soy pesimista.
Manuel Guillermo Camargo Vega