En lo profundo de la historia de Pamplona, la ‘Ciudad de los mil títulos’, se esconden secretos sepultados por el tiempo. En sus cimientos, bajo sus calles adoquinadas, los túneles cobran vida. Misteriosos pasadizos que han desafiado la lógica y alimentado la imaginación de propios y extraños.
Fundado en 1549, este municipio colombiano atesora una colección impresionante de apodos, ‘la Atenas del Norte’, ‘la Ciudad de la Neblina’, ‘la Ciudad Mitrada’. Sin embargo, su mote más peculiar es ‘Pamplonilla la loca’, un nombre que evoca una época de desenfreno.
En esos tiempos, Pamplona se vio desbordada por gentes provenientes de todos los rincones del mundo, atraídas por la fiebre del oro. Allí convivían aventureros, malandros, ladrones, prostitutas y forajidos, pero también los colonizadores y representantes del rey, quienes ostentaban sus riquezas con orgullo. Se cuenta que utilizaban vajillas de oro, zapatos con hebillas de oro, correas de cuero con detalles dorados, e incluso las herraduras de los caballos brillaban en amarillo. En las festividades, el oro era regalado con generosidad, y los bolsillos y alforjas siempre estaban repletos de este preciado metal.
Pamplona, además de su rica historia, es célebre por su producción de tejidos y su destacado papel como centro educativo en el oriente del país. Sus museos albergan una valiosa colección de obras de arte religioso y pintura colonial.
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Origen de los túneles
Pero más allá de lo que ven nuestros ojos, la población escondida entre las montañas, guarda misterios que se han transmitido de boca en boca a lo largo de generaciones. Uno de los enigmas más cautivantes es dichos túneles, una de las muchas teorías sobre su origen se remonta a los días de la dictadura de Rojas Pinilla (1953– 1957).
En esa época, Pamplona era un núcleo de poder y riqueza, todo gracias al oro que fluía desde Santurbán. Se dice que estos túneles ocultos eran depósitos de alimentos y, además, vías secretas de comunicación entre las viviendas pudientes de la ciudad. Emiliano Villamizar, cuya familia tiene hondos lazos con esta tierra, relata que “Pamplona fue una ciudad de mucho poder y mucho dinero, y esos túneles también se usaban como despensas. Se decía que se guardaban vinos, harinas, carnes y otros alimentos. Sin embargo, Pamplona tuvo una transformación muy dura después de 1920, y esos túneles desaparecieron”.
Otra teoría apunta a los jesuitas como posibles artífices de estos túneles, especialmente durante épocas de persecución. La leyenda sugiere que estos pasadizos desempeñaron un papel crucial como rutas secretas de escape y comunicación para los religiosos.
El padre Manuel Vera, de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, cree que estos pasadizos fueron construidos por los jesuitas con la intención de conectar edificaciones específicas, como la Curia y el antiguo convento de los jesuitas, que hoy conocemos como la casa del mercado.
Además, relató que los jesuitas dejaron una fuerte influencia en el estilo arquitectónico de la ciudad. Este legado ha dejado una huella de elegancia y belleza colonial. Por esta razón, la teoría ha llamado mucho la atención de los locales. No resulta extraño, dado que la expresión ‘Túneles Jesuíticos’ ha surgido en lugares con influencia jesuita, como los túneles de San Ignacio en Buenos Aires, que se abrieron al público en 2021. Se cree que los jesuitas del siglo XVIII los construyeron como una vía de escape en caso de ataques.
Foto: cortesía Rafael Sierra
La búsqueda incesante
Se cuenta que en Colombia la desaparición de estos misteriosos túneles se debió al gobierno de Rojas Pinilla. Las comunidades religiosas de aquel entonces, incluyendo los jesuitas, se enfrentaron a una feroz persecución. La tensión entre el Estado y la Iglesia contribuyó a la desaparición de estos corredores subterráneos.
A lo largo de los años, los pamploneses han buscado en vano entradas a estos túneles en lugares como el Seminario Mayor y otros sitios históricos. La evidencia concreta sigue siendo escasa, lo que solo ha aumentado el misterio que rodea a estas obras.
En la búsqueda de historias y teorías sobre esta incógnita, nos encontramos con todo tipo de suposiciones, desde las más razonables hasta las más fantasiosas. Entre las historias más populares y menos fundamentadas, algunos sugieren que bajo el parque se escondía un tesoro, un famoso cristo de oro, accesible solo para aquellos que pudieran adentrarse en los túneles, mientras que otros afirman que los pasadizos eran parte del antiguo alcantarillado de la ciudad. También se escucha que estos pasadizos fueron sellados debido a una peligrosa acumulación de gases tóxicos.
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“Durante mis años de estudiante en la ciudad, solíamos compartir historias sobre la posible existencia de túneles debajo de las sedes de los colegios más antiguos, especialmente los religiosos. Se especulaba que estos túneles podrían haber sido utilizados durante la época de la violencia bipartidista”, mencionó Juan Pablo Ferreira, un oriundo del municipio.
Mabel Coronel, egresada del colegio La Presentación, compartió que junto al antiguo salón de mecanografía, unas pequeñas escaleras desembocaban en un pasillo que, en la imaginación colectiva, sugería ser una de las entradas a los túneles. Sin embargo, las monjas que regentaban la institución, ante la prolífica imaginación de las estudiantes, prohibieron el acceso a estos pasadizos.
La verdad sobre los túneles de Pamplona sigue siendo un enigma, pero también una poderosa atracción turística que enriquece a la cultura nortesantandereana. ¿Son reales o son simplemente un mito?
Redacción e investigación / Stephania Valero Durán